Fue precoz en saberes, poliédrico de carácter y polifacético en aficiones y conocimientos. Talante y talento confluían en él mediante una sugestiva mixtura de valores y carismas. Era culto y de formación enciclopédica, de ímpetu creativo, crítico implacable ante ciertas situaciones sociales y, en ocasiones, mordaz y cáustico.
Amigo de tertulias y excelente tenista, que, como se ha escrito, “sobresalió como la mejor raqueta que tuvo Cáceres, a lo largo de muchísimos años”. Era periodista y, como maestro consumado de literatura, componía versos, mientras poseía una sólida autoridad en materia lingüística, realizaba crítica y ensayo, escribía novelas y tenía una gran pasión por la música más una sensible inclinación por la pintura.
Y todo esto lo alcanzaría, señala Ricardo Hurtado de San Antonio, “sin haber pisado ni una escuela, ni un instituto ni una Universidad”, pues, parece ser, que era alérgico al aula y al pupitre, por lo que sólo admitió que una tía suya le inculcase los primeros rudimentos del saber...Se trata de un ejemplo del más paradigmático autodidactismo, como puede suponer el lector.
Nacido en Cáceres el 19 de noviembre de 1896, sentiría una irrefrenable atracción por las lecturas más diversas, que, según sus propias palabras, “llenaban de dulzor su alma”. Y pesar de sus escolásticos vacíos, de manera muy precoz, se lanzaría a escribir en los periódicos de la región, de Huelva, Guadalajara y de la misma capital del país: Madrid.
En el madrileño diario “La Acción”, publicó sus primeros escarceos literarios, bajo el exclusivo patrón de la narrativa, como eran sus cuentos: Los intelectuales y El dolor ajeno. Sería, así mismo, redactor de los diarios de Cáceres, “La Montaña” y “El Noticiero”, bajo el seudónimo de Hugo Ruiz, siendo director de este último, cuando frisaba los 25 años de edad.
Funcionario de la Diputación Provincial, llegaría a lograr el cargo de Jefe de Negociado, amén de simultanear otras muchas actividades, como haber sido director de la conocida revista cacereña, “Alcántara”, a lo largo de 25 años; en la que hubieron de colaborar escritores solventes de la tierra, como Ortí Belmonte, Reyes Huertas, Pedro de Lorenzo, Rodríguez Moñino, Edmundo Costillo, Terrón Albarrán, Sánchez Morales, Manuel Pacheco y otros, como Gervasio Velo y Reyes Huertas.
En citada revista, Pedro Romero Mendoza escribía su “Crítica sin hiel”, utilizando el seudónimo de “Un aprendiz de hablista”, con el que polemizaba con otros prohombres de la capital de la Alta Extremadura, sobre los más diferente aspectos gramaticales.
Se diversifica su amplia producción literaria en la novela, la crítica literaria y libros de poemas.
- De la narrativa pueden citarse:
El padre Ramón (1923), Sombras (1924), Caminos y servidumbres (1926), más la obra que fue publicada después de fallecer: Angustia (1979).
- Como crítico literario, escribió, entre otras publicaciones:
Don Juan Valera (1940), Larra (1958), Críticas sin hiel. Estudios lingüísticos (1955-1969), Siete ensayos sobre el Romanticismo español (1960), lo que le valdría el recibir el Premio “Conde de Cartagena”, de la R.A.E., Pensamientos y divagaciones (1979).
Señalemos en el apartado de la poesía:
su Viaje al cielo (1965), Poesía (1979), y Quién tuviera de cristal el alma(1981). (Su viuda daría a la imprenta estos dos últimos volúmenes).
Tan prolífica producción literaria fue cortada de manera abrupta por haber sido víctima de un accidente de circulación, falleciendo el 10 de agosto de 1969. Una estúpida final de su vida dio al traste con su sólida biografía, llena de una formación enciclopédica, de ímpetu verdaderamente creativo, muy fecundo en obras plurales en estilo y temática.
Todo esto lo completaba con sus brillantes dotes de organizador y solventes cualidades de mando, carismas muy reconocidos por todos cuantos lo tuvieron cerca.
PABLO ROMERO MONTESINO-ESPARTERO 11:27 21 octubre 2016
Juan Jos? Romero Montesino-Espartero 15:45 03 junio 2016
JUAN MANUEL ROMERO MONTESINO-ESPARTERO 15:32 03 junio 2016
