Este obispo, de imagen oronda y voz pausada, rostro sonriente y de aspecto con edad aún más provecta de la que realmente tenía, debido a su voluminoso físico, un día recaló en las tierras áridas de la diócesis cauriense; aunque, dígase de paso que, por excepción, las tierras que circundan a la antigua Cauria, debido a las aguas del río Alagón, eran, y son, hermosas huertas, primorosamente cuidadas por sus campesinos, desde tiempo inmemorial.
Tengo ante mí la efigie de monseñor Cavero y Tormo (para algunos biógrafos: “santo y docto obispo”) que, mostrando una mirada serena, exhibe todas las insignias de aquellos prelados que, antes del Concilio Vatcano II, se caracterizaban por su ampulosidad y “maiestas”. Y en este prelado se acentuaban acusadamente tales signos y detalles, pues se nos presenta todo él vestido de rojo, guantes del mismo color, rico anillo y suntuoso crucifijo pectoral. Hasta su firma y rúbrica, que cierra una dedicatoria que veo entre mis documentos, es ancha y ampulosa,pero clara a la vez, señal de su inteligencia. Como verá, más adelante, el lector, fue sacerdote de numerosos y abundantes cargos eclesiales, desarrolladossucesivamente antes de ser promovido para el episcopado de Coria (Cáceres).
Nace en Murcia, el 24 de mayo de 1882, en pleno reinado de Alfonso XII, monarca de parvo trono, que dejaría a España en manos de la regencia de su esposa María Cristina de Habsburgo, hasta la mayoría de edad de su hijo, Alfonso XIII. Estudia este Prelado en el seminario diocesano de San Fulgencio, donde terminaría con brillantez su carrera sacerdotal, siendo, al fin de los 12 años requeridos (5 de Latín y Humanidades, 3 de Filofía y 4 de Teologìa), nombrado presbítero, en 1906. Muy pronto alcanzaría, dadas su dotes intelectuales y profunda dedicación a sus estudios, el grado de Doctor en Teología, por la Universidad Pontificia de Granada.
En 1912, obtuvo el cargo de coadjutor autónomo de la Rectoría de San Pedro de Murcia, simultaneándolo con el de profesor de Latín, Lógica y Ontología, hasta el concurso de Curatos, en 1912, en el que logró la parroquia del Salvador de Caravaca, y en el posterior, en 1913, la de Santa María de Gracia de Cartagena, tras haber sufrido una dura oposición, por ser considerada la parroquia de mayor entidad eclesial de toda la diócesis.
Un paso más tiene lugar, del Dr. Cavero y Tormo, ya que inicia su entrada en el cabildo catedral de Granada, en calidad de canónigo archivero, para ser, más tarde, rector del Seminario y de la Universidad Pontificia; al tiempo que era nombrado miembro del claustro de rectores de dicho centro. Pero nuestro personaje sigue ascendiendo con sus numerososdestinos, al ser nombrado, esta vez, canónigo deán de la catedral, lo que significaba ser algo así como el “jefe” de la misma. No olvidemos que la iglesia católica siempre ha sido acusadamente jerárquica.
En 1938, por su profunda cultura artística, sería galardonado con seracadémico de Bellas Artes, de Granada; para ser, más tarde, un año después, Provisor y Vicario General de la diócesis de Almería, aunque de cuyo destino no llegaría a tomar posesión, siendo luego de la de Granada, hasta la fecha de 9 de diciembre de 1944. Año en que sería promovido para ser obispo de la citada ciudad de Coria, donde permaneció hasta el año 1949, en que falleció. En dicho año, sucedió al Dr. Barbado Viejo, al ser destinado éste para la diócesis salmantina, el que, como ya advertimos, en la anterior biografía, era padre dominico.
La consagración de nuestro Obispo tuvo lugar en la catedral de Granada por el arzobispo, monseñor Parrado, el 24 de febrero de 1945, en pleno nacional-catolicismo de la España franquista. Su edad ya era bastantealta, considerando que la mayoría de los Prelados españoles era nombrados entre los 40 y los 50 años.
Esta fue la causa principal de que su pontificado fuera breve, aunque no por eso no dejara una huella llena de prestigio y santidad; al tiempo que era asiduo escritor, en la prensa local, concretamente en el periódico “Extremadura”, de Cáceres. Sobre todo, de documentos y pastorales verdaderamente luminosos, que atestiguaban que se trataba de un teólogo eminente. Pastorales siempre muy leídas por sus diocesanos que lo admiraban por su sapiencia y su bondad innatas. Entre sus pastorales más sobresalientes pueden mencionarse las que siguen: “La cofradías sacramentales” y la “Educación postescolar”.
No fue un prelado de grandes actividades apostólicas como será el próximo cuya biografía daremos a los lectores de este Digital, porque era más bien un Obispo de despacho, y porque ya, a buen seguro, su edad avanzada le coartó para empeños que exigían esfuerzos físicos mayores. De todos modos fue muy querido y respetado.
Era un verdadero espectáculo verlo entrar en la catedral de Coria, para decir su misa dominical, rodeada de canónigos, entre las armónicas melodías litúrgicas de uno de los hermosos órganos de dicho templo diocesano, por cierto cauterizado por un espléndido retablo del más puro estilo barroco.
Causa sorprendente admiración el que estas pequeñas poblaciones se dotaran de tales templos, llenos de riqueza y suntuosidad, considerando la situación económica de los pasados años de nuestra Historia. Pero la feligresías estaban estructuradas en una especie de teocracia, haciendo grandes sacrificios para lograr erigir tales obras
Todas sus biografías nos alertan de que su muerte tuvo un epílogo especial, ya que, el domingo de Ramos, del año 1949, fallecía de manera repentina, cuando se disponía a iniciar la procesión de las palmas, de tal fecha. Recorridos sólo unos metros se inclinaría, “sin llegar caer al suelo”; pero llevado al palacio episcopal de Coria, muy próximo a la catedral, certificaron los médicos su defunción, por derrame cerebral. Sería enterrado en el templo catedralicio de dicha capital diocesana.