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OBISPOS CAURIENSES. Francisco Barbado Viejo

18 febrero 2016

Iniciamos esta biografía señalando, en primer lugar, que estamos ante un Prelado que tanto su origen como su procedencia no siguieron los mismos derroteros que...

Iniciamos esta biografía señalando, en primer lugar, que estamos ante un Prelado que tanto su origen como su procedencia no siguieron los mismos derroteros que los anteriores y los que nos restan por estudiar. Nosestamos refiriendo a que venía el Obispo Francisco Barbado Viejo de la llamada Orden de los Dominicos, u Orden de Predicadores (Ordinis Predicatorum, O.P.), que solía brillar, habitualmente, por ser una de las fuentes intelectuales de la teología católica, que, a lo largo de los años, tuvo que tomar el empeño de defender sus dogmas para la conservación de la Fe, ante los ataques de los diversos heresiarcas y personas particulares desviados del camino de la Fe.

 

De ahí que, en siglos pretéritos, hemos visualizado imágenes en que su oficio especial era formar parte de los tribunales que juzgaban a los reos ante el Tribunal de la Inquisición, en actos solemnes, llenos de parafernalia.Este origen, como en una especie de verso suelto, haría que, hasta en su atuendo episcopal, fuera diferente al de los demás Obispos, lo que llevaría al vulgo a denominarle “el Obispo blanco”.

 

Nace nuestro Obispo en la localidad de La Cortina, Telledo, provincia de Oviedo, el 9 de junio de 1890, y fallece en Salamanca el 29 de abril de 1964, a la edad de 70 años; a cuya diócesis se trasladaría, una vez finalizado su pontificado cauriense, en 1945. Era hijo de Constantino Barbado Viejo, de Jomezana de Arriba, y de Josefa Viejo Gonzalez, de La Cortina.

 

Ingresaría en el noviciado de los dominicos de Almagro, el 12 de noviembre de 1905, profesando el 18 de noviembre del siguiente año. Sus estudios, de Humanidades y Filosofía, los llevó a cabo en el Colegio de los Padres Dominicos, de citado pueblo manchego. Pero sus posteriores estudios, dado su despierta inteligencia, los  realizó, becado en Roma,  en el Colegio Internacional Angelicum, sobre Teología y Sagradas Escrituras, doctorándose en la primera, y licenciándose en la segunda; ésta por la Comisión Pontificia de “Re Bíblica”, en Roma, el 8 de junio de 1917, año canónico de una revolución marxista que trastocaría los parámetros sociales del mundo. 

 

Se ordena de presbítero, el 25 de julio de 1913, un año antes de la I Guerra Mundial. Su inmediata ocupación serían los estudios teológicos y sobre la Sagrada Escritura, especialmente a través de umerosas conferencias, así como en diferentes pastorales y otros documentos eclesiales.

 

Fue preconizado Obispo de Coria, el 1º de mayo de 1935, en plena II República, y consagrado Obispo, el 29 de junio de dicho año, por el beato Narciso de Esténaga Echevarría, a la sazón Obispo titular de Dora, siendo consagrantes Albino González Menénedz-Reigada, también dominico como Francisco y Luciano Pérez Platero. 

 

Su toma de posesión, en la diócesis cauriense, tuvo lugar el 7 de julio de 1935, haciendo su entrada, en la ciudad del Alagón, el 25 de julio del mismo año. Su valiosa dedicación y centro mollar de su pontificado hubieron de residir, sin duda, en una vigorosa actividad de potenciar la Acción Católica, donde volcaría todos sus valores de gran Obispo. Tan es así que a este Prelado se deberá a que “su” A.C. constituyó una verdadera época de oro, realizando numerosas campañas “ad hoc”, organizadas con todo esplendor y solemnidad. Todavía, a pesar del tiempo transcurrido se recuerda a este Obispo como el máximo referente acerca de tales actividades. 

 

Pero no debemos pasar más adelante sin mencionar a su mano derecha en tales ocupaciones, como fue su secretario canciller, don Avelino López, R. de Castro, de gratísima recordación en la diócesis cauriense, a quien se le encomendó, entre otras cosas, la Consiliaría de los Jóvenes de A.C..

 

Era éste de gran personalidad, enérgica y firme, de tenaz temperamento, entereza de carácter y sentido sobrenatural, una “caridad ilimitada y una esperanza inquebrantable”. En ella trabajaría de forma incansable, según todas las referencias que tenemos, junto a otros sacerdotes diocesanos, entre los que se destaca el que fuera rector del Seminario de Cáceres, y primer director del Colegio Diocesano, don José Luis Cotallo, uno de los valores más auténticos de los últimos tiempos diocesanos caurienses. La juventud de aquellos años nunca lo han de olvidar.

 

A este respecto se ha de añadir que don Avelino sería capellán, también, del Frente de Juventudes en la diócesis cauriense, especialmente en Cáceres,  y ya trasladado, junto a su Obispo, el Dr. Barbado Viejo. Vocación juvenil que germina en su etapa de la parroquia minera asturiana que sirvió, y que sería, posteriormente, un superviviente de la revolución de 1934.  De tales experiencias nacería la Hermandad de Operarios Evangélicos . 

 

Otra de las preocupaciones que, con mejor ánimo y entrega, llevaría a cabo el Dr. Barbado Viejo, fue todo lo referente al Seminario Conciliar de Coria, el cual sufriría una sensible transformación, desde el año 1935 hasta ya finalizada la guerra civil, en 1942.

 

Y otro capítulo de gran trascendencia en su  vida episcopal fue su asistencia al Concilio Vaticano II, en el que sería miembro de la Comisión de la Fe. Como, así mismo, se ha de referir su paso, dados sus altos conocimientos intelectuales, por el Consejo Superior de Investigación Científica de España, en su categoría de vocal.

 

Más actividades llevó a cabo el Obispo Barbado Viejo, como fue la renovación de un Plan de Estudios Eclesiásticos, al tiempo que llegaría a lograr, de la Santa Sede, la autorización para conferir a la ciudad de Cáceres, capital de la Alta Extremadura, uno de los Seminarios; el cual tendría su momento de esplendor siendo Obispo (ya de Coria-Cáceres),el Dr. don Manuel Llopis Ivorra, de procedencia valenciana, como ya se estudiará en su momento. 

 

Los años de su episcopado transcurrieron, desde el más radical laicismo, con la II República, hasta el más fervoroso e integrismo nacional-catolicista, del franquismo imperante, máxime en los primeros años de la posguerra, donde el poder civil estaba fuertemente unido al poder eclesial católico.

 

Finalmente, no queremos cerrar este trabajo, sin referirnos a la carta del Papa Juan XXIII, siendo Obispo de Salamanca, y al término de haber cumplido el 25 aniversario de su ordenación episcopal, del que entresacamos este fragmento: 

 

“Al llegar esta memorable fecha, queremos, con el mayor agrado, manifestarte nuestra felicitación y nuestros votos para colmar tu alegría y la del sagrado claro y fieles de esta diócesis salmantina. Sirvan estas letras para testimoniarte claramente el afecto que en la benevolencia de nuestro corazón te profesamos, y para tributarte nuestras alabanzas y el estímulo por los trabajos a que estás consagrado…”

 

Le sucedió en la diócesis cauriense el Prelado murciano, el Dr. Francisco Cavero y Tormo, del que hablaremos en el siguiente trabajo.  

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