quiron 2025

Hablamos de ese icono verde…

09 febrero 2015

El árbol es destello vital, barril de oxígeno, paradigma ecológico y pantocrátor del desierto…

Por eso lo llamo ese “icono verde”; aunque, matizando, no debiera haber escrito “ese”, sino “este”, porque está en medio de nosotros, y el adjetivo demostrativo ‘ese’ marca cierta distancia, que no es el caso.

El árbol es enigma y misterio. Sangre vegetal y llanto, cuando, cortándolo, lo llevan al fuego, su tronco y sus ramas troceados, para calentarse los pastores que han dejado, de noche, a sus ganados en el aprisco…

El árbol es libro abierto, cuando la hoja se hace baile y ritmo de vida, tras unas gotas de agua primaverales, en que, posándose en él una bandada de pájaros, se para a leer lo que está escrito en sus hojas, mientras comen y picotean sus moras ubérrimas…

El árbol es cáliz que recoge, en el hondón de su áureo recipiente, el viento y la nube, la brisa y el vagido del ave malherida que un osado rapaz, malencarado, le lanzara una piedra con su tosco tirador…

El árbol es plegaria del campesino, porque éste no deja de rezar al cielo para que le dé buenos frutos y pueda ofrecerle, a su vez, una sombra fresca que le propicie descanso y solaz, en una pesada tarde de quemantes horas estivales…

El árbol es leña y banco, “yugo de carreta”, mesa y silla, estantería y basta cuchara; y todo aquello que se haya elaborado con un trozo de madera…Hasta esa cuchara tosca utilizada por el hombre de campo, en sus largas y silentes estadías, sembrando granos de esperanza…

El árbol es la madera preciosa que abriga el cuerpo de un violín, ya roto y olvidado, y escalera empinada de una casa rural; y marco de cuadro o piano de cola, cuyos acordes, en pentagramas de marfil, han de alegrar a una bella mujer, mientras espera al amado con impaciencia…

El árbol es bocanada de vida y río fluyente de frutal riqueza, rumor de dicha y fuente de recuerdos…Y remanso donde están escritos los nombres de dos enamorados, pero que acaban de romper porque se les fue el amor con cajas destempladas…; pero sus nombres allí quedan esculpidos hasta que Dios quiera, pues el amor no es flor de un día, sino brasa encendida que tarda en ser ceniza…

El árbol es escenario de madera que se transfigura en la belleza excelsa de un “Amarrado a la columna”, de un Cristo sufriente, de una “Dolorosa” que llora lágrimas de acíbar, de una “Oración en el huerto de los olivos”, de un Cristo en la Cruz…Como grito amor y balsa de oración…

El árbol es una casa solitaria del campo, enjaretada con madera abrupta pos pastores sin cultura y sin sentido de la estética, a la que sólo le acompaña el humo que sale por la negra chimenea, que levantaron unos albañiles forasteros, un otoño desabrido…

Y el árbol es un mango de navaja, de hacha, de hoz, de cuchillo, y campo de acción y de adorno, de un mueble de cocina, siempre cálido, porque la mano dejó su calor humanísimo para siempre…

Y armazón de ballesta y asiento de cañón antiguo, como aquéllos que se quemaban lanzando bolas de fuego a los moros de Melilla y Ceuta, en una guerra innoble y egoísta….Pero no como aquéllos que disparaban bolitas de papel a manos de rapaces jugando a los soldados…

El árbol es la cimbra que sostiene la techumbre de un establo que ha de cobijar, en los inviernos, una manada de corderos, ya listos para pasar al sacrificio; a pesar de que su lana es blanca como la nieve y serán siempre incapaces de hacer mal a nadie…

El árbol es retablo de una poderosa y altiva catedral, donde todo su prodigio escultural, sus relieves y alto-relieves, exhiben la maestría del arquitecto medieval, que ha dejado en él los primores de su técnica selecta y exquisita…

El árbol es camino hacia el cielo y ruta de esperanza, pues su ascensión, aunque en apariencia ya parece que puso término, siempre mirará hacia arriba, dando gracias al Hacedor que lo hizo hermoso y corpulento…Y sólo lo hará hacia abajo, airado y colérico, cuando le arrebatan la fruta dulce de sus naranjas, metáforas de rubí y no de esa bisutería barata del mercado de los miércoles en la plaza de un villorrio…

El árbol es radio de rueda, de esos carros que son arrastrados por un tronco de mulas, camino de la estación de ferrocarril llevando la mercancía a la gran ciudad…

Y es landó y carroza de rey, o silla de manos, como la de aquel monarca español-Carlos V- que se enamoró de los álamos que siguen circundando el monasterio de Yuste, su parada y fonda; y, a la vez, escalera para subir al cielo, porque luchó con ardor contra las tropelías de un Lutero que tantos quebraderos de cabeza le diera…

El árbol es vara de olivo o de avellano, de castaño, de laurel…y de almendro, que puede servir para azuzar al potro que se hace el remolón, cuando es montado por un mozo que aún no ha cumplido 20 años, y poco sabe de picarescas de animales…

El árbol es llama ardiendo en incendio voraz, cuando unos malvados encendieron la mecha que abrasaría un naranjal preñado de naranjas vestidas con unos ropajes de color de cardenal…Y abrasó el olivar litúrgico y el glauco pinar…

Naranjo, que siempre dio naranjas para saciar y refrescar a toda la tropa de un cuartel…Y olivar que siempre abasteció a la lechuza en su osado latrocinio, en una ermita solitaria…

Pinar, que aún no ha sido cortado, todavía, por su propietario, quien con los dineros de su venta había de pagar “agujeros” producidos por los gastos que le suponían tener toda la hacienda bien cultivada…

El árbol es canasta y banasta, barandal de cama y estructura de sofá, pisapapeles ribeteado de plata, en una mesa monumental, de roble, y con adornos de plata recamada…

Y puede ser cachimba o pipa, o aquél “portalibros” en que los niños de posguerra llevaban sus libros escolares al colegio, gélido y frío, con un maestro mal vestido, pero con pajarita al cuello, y que se calentaba con un brasero de picón, bajo la mesa…

El árbol es nido de milano y gruta de lechuza, biombo de monos y gruesa rama para el tigre que, apaciblemente, dormita sesteando, y tratar de digerir el ternerillo que devoró, y que antes mamaba de las ubres de una vaca…

El árbol es vara de nardo, flexible bastón del gitano señorito, con el que arrea a un hato de burrillos camino de la feria de abril, de ese pueblo que es punto central de la comarca.

El árbol es corteza y sangre, corazón y venas de una madera que puede ser regalo de príncipes, cuando aquél fue hecho por la madre Naturaleza sándalo y olivo, sauce y ciprés, olmo y cerezo en flor…

El árbol es alborada y abrazo, anuncio y amanecer, joya y cofre, caja con pequeñas cosas de adolescentes aburridas, en una tarde de otoño, cuando sus ojos huyen al olimpo de las mariposas…

Y puede ser ataúd que guarde el cuerpo del príncipe recién embalsamado, o el de una bella mujer, fallecida, una tarde, que no quiso vivir más, porque sus amores eran despreciados por su idealizado amante…

Por eso, un campo sin árboles es yermo desolado, sin luz y sin aroma…Y sin el amor que lo bese, alguna vez…

Y es invierno, silente y triste, que parece dormitar esperando respirar los brotes verdes de Machado:“Al tronco carcomido y polvoriento /y en su mitad podrido/,con las lluvias de abril y el sol de mayo/algunas hojas verdes le han salido.

Nunca, unos versos embellecieron tanto a un viejo tronco…Que, después, sería banco, donde reposan los ancianos tras recorrer, cayado en ristre, y muy cansados, los arrozales en que tanta pasión pusieron en sus años mozos…

El árbol, saco ubérrimo de frutas y nido de cientos de pájaros, acompañó siempre al hombre desde el Paraíso y las cavernas cuaternarias, con la higuera bíblica, la sobria encina, el olivo litúrgico, la bella palmera, la araucaria gigante, el mirto oloroso, el almendro mironiano…Y el madroño silvestre y hendido por un rayo, que, un día, mi abuelo me enseñó, en una finca de su propiedad…Yo vestía calzonas, todavía…

Y siempre toda arboleda dará sus ricos manjares a todo caminante sediento o con hambre, o ha peinado vientos, como arpas tocadas, en noches de cierzo, por unas manos blancas de mujer …

A la hermosa plasticidad del árbol, se ha de unir nuestra admiración y devoción, por su bellísima madera, que vistió despachos y embelleció la salita de estar de unas muchachas, ya proclives a pensar en el amor; que florecería en tardes alumbradas de nostalgia…

Por eso en un campo sin árboles, éste no puede recibir el abrazo del suelo que nutre de savia sus venas y arterias…; es decir: ya no podrá amamantar los vástagos que habrían de convertirse en papel, en cuna, cama y canoa, o góndola, guitarra, palo de escoba o mesa-camilla; en mástil de barca, en un viejo y vigoroso escaño o en cucaña de pino y cayado de pastor…

Ni podrá escoltar ya la carretera con álamos, como antes lo hacía, en aquellos años en que pocos coches circulaban por ella, porque o no había coches, o porque, si los había, no se tenían los ciudadanos de aquellos años los dineros para comprarlos…

Y sin árboles ya no se podrá cantar ese “camino verde que va a la ermita”, porque todo se destruyó con tanta modernidad, con tanto golpe de timón hacia lo nuevo, hacia lo “snob”, hacia lo hueco y vacío…; para sólo mirar las nubes que pasan, pero sin bogar por los aires encima de ellas alguien que pudiera ver los horizontes, desde arriba, sin el polvo de la contaminación de tanto ganapán como deambula por las calles de hoy…

Y como el árbol es tan bello, tan arrogante, tan gallardo y altivo, que hablará siempre con las calandrias y el gorjeo de ruiseñores, con las libélulas, de alas rojas, con los grillos azules, de pausado caminar, llevando en sus mochilas de brezo, unos versos de pluma con el ritmo humilde de una violeta enamorada…

Y para que el árbol no estuviera sólo, aunque siempre bello y arrogante, al árbol le dedicaron sus versos los poetas, escritores y novelistas… Como:

Berceo, que es uno de los hombres más primarios y sencillos, pero excelso en la soledad del páramo, y en medio del barro de los caminos, de una literatura que, todavía, se estaba haciendo…

Y le dedicó sus versos el marqués de Santillana, prócer y poeta sin él saberlo, hablando de collados selváticos y espesos”…Marqués sin altas grandezas, y sí caballero de altos vuelos…

Y Lope (el monstruo, un genio tan grande como esa montaña aún sin descubrir, que, luego, se llamaría Himalaya), rizó su numen poético en los “campos que retumban”…Como retumbaban sus poemas y teatros…

Y San Juan de la Cruz izó su estro trenzando, gallardo en su humildad de ángel enamorado, las más hermosas metáforas, de corte diamantino, que hablan de “cedros rumorosos”…Los cuales, sin cansarse de ser bellos, hablan en verso sin quererlo.

Y Juan Ramón Jiménez, cantó a las “arboledas lejanas”, muy cerca de las mismas yo creo que su burrito Platero sigue comiendo las margaritas del mes de abril, que será su alimento de siempre…Y naranjas como pequeños soles, que le darán más luces de listo, todavía…

Y Gabriel Miró no paró de hablar de sus éxtasis ante ese bosque de boj que se columpia en el recuerdo de aquel ciprés de Silos, y que dibujó Gerardo Diego, ayudado con los lápices de varios ángeles, con alas de oro…

Y García Lorca, escanció los fervores de la “risa de una brisa de alamillos”, muy lejos de su muerte, aún lejana”; la muerte más salvajemente perpetrada por la mano del hombre, envenenado por la escoria de una idea llevada al paroxismo de la maldad… Pero antes había escrito sus estremecedores versos de “Poeta en Nueva York…

Y Gabriel y Galán, el príncipe hecho de mansedumbre en su lecho de zarzas florecidas, cantaría a los “guindos de la vega” y a “la copa verde de la encina vieja”…Con una lira de la que aún se escucha el lamento oscuro y latente de una poesía de siempre…

Pero, en digresión necesaria, digamos que hay tres árboles que fueron mitificados: el ciprés, el olmo y el álamo.

Sublimó al primero Gerardo Diego con su soneto:“El ciprés de Silos”, ascua de llama embravecida por la oración brotada, cada día, del mismo árbol, y cima de estética, como nunca idealizada…

Antonio Machado, el poeta de bronce y terciopelo, le pudo dar al olmo su “honda palpitación del espíritu”, en un amanecer de hielo y de leopardos en celo, junto a labradores que lloran los sembrados, en atardeceres melancólicos…

Y el último, el álamo, sería muy celebrado por Góngora con sus candorosa y hondas letrillas…No sin su ironía entre agreste y cálida…Un Góngora con gargantilla de estribillos, tras habernos dado metáforas supremas, en color y en vértigo de lumbre inagotable…

Sin olvidar los requiebros de Jorge Guillén, Dámaso Alonso y Martínez Ruiz, Azorín…Y cómo no, de Miguel Hernández, en su Orihuela, ofreciendo requiebros al tomillo, al cantueso y al árbol malherido por un labriego solitario, lleno de pasión, mal digerida…

Y sin faltar los grandes piropos de tantos poetas al bosque centenario, al huerto de naranjos y cerezos…Al otero, a la cima y a la sima, al valle y al vallado, al pozo y al trigal, a la corona de moras que una bella adolescente, una tarde abril, hiciera para su madre, enferma…

Y a ese frondoso árbol –álamo por más señas- que, cual viejo patriarca, señorea la plaza recoleta de nuestros pueblos, con ancianos relatando sus decires, historietas y anécdotas; sin faltar los piropos a los árboles del barrio y de la calle, y sin dejar de añorarlos, recordando el último verano, ubérrimo de frutas en latifundio, tras sufrir los latidos del invierno…

Por eso tanto nos duele ese arbolito tronchado por manos insolentes en noches de farra y jolgorio...

OPINIÓN DE NUESTROS LECTORES

Da tu opinión

NOTA: Las opiniones sobre las noticias no serán publicadas inmediatamente, quedarán pendientes de validación por parte de un administrador del periódico.

NORMAS DE USO

1. Se debe mantener un lenguaje respetuoso, evitando palabras o contenido abusivo, amenazador u obsceno.

2. www.regiondigital.com se reserva el derecho a suprimir o editar comentarios.

3. Las opiniones publicadas en este espacio corresponden a las de los usuarios y no a www.regiondigital.com

4. Al enviar un mensaje el autor del mismo acepta las normas de uso.