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Región Digital

Cacereñeando

12 noviembre 2021

Hace ya unos años que el articulista sacó a colación, tanto en su blog como en tres o cuatro grupos de Facebook, una palabra que anteriormente jamás había escuchado ni leído, Cacereñeando...

Hace ya unos años que el articulista sacó a colación, tanto en su blog como en  tres o cuatro grupos de Facebook, una palabra que anteriormente jamás había escuchado ni leído, Cacereñeando, y, bajo cuyo nombre, sube los posts  correspondientes por el amplio mundillo de internet. Inclusive allá que en su día,  creó el blog “Cacereñeando”, insertó unos cuantos artículos entre sus trabajos, como  los que se titulan “Cacereñear” y “Cacereñeando con la Plaza Mayor”, en los que se  adentra con ese sentido que emana de una palabra, concepción o sentimiento tan  hondo, del mismo modo que el pasado 18 de mayo de 2021 escribió un artículo en el  periódico “Hoy” bajo el titular de “Cacereñeando”. 

Cacereñeando por la calle Pintores 

Tras las primeras gestiones llevadas a cabo por un servidor al parecer la  palabra Cacereñeando no puede incluirse en el Registro de la Propiedad Intelectual  porque no se admiten propuestas o exposiciones alrededor de un solo vocablo. El  autor, qué carape, le dio vueltas al asunto, quería seguir cacereñeando, y hasta lo  lleva a cabo con todos los tiempos del verbo que emanan del mismo en su 

declinación. Unos ejemplos: “Yo cacereñeo por los bares todos los días”, o “¡Qué  curioso y popular resultan las chácharas cuando la gente cacereñea en sus andanzas  vecinales…!”.  

Con el tiempo, mientras el articulista va divulgando en la medida de sus  posibilidades ese sentimiento innato que surge del cacereñismo, continúa recibiendo manifiestos mensajes de aliento, por parte de amigos y lectores, con la admiración  de un verbo, cacereñear, como expresión sublime. Así, pues, seguiremos  cacereñeando, que es gerundio, por cierto. 

Turistas cacereñeando entre el Adarve y el Arco de la Estrella. 

De tal modo y manera resulta este recorrido que día a día continuamos  tratando de dejar constancia expresa del empeño en divulgar al máximo y lo mejor  posible la palabra cacereñeo y el verbo cacereñear --con o sin permiso del Registro  correspondiente y hasta de la Real Academia Española--, que en su traducción más  adecuada, en función de los distintos planteamientos, vendría a ser como la  sensación de saborear, palpar, participar, disfrutar, identificarse con las imágenes,  pasajes, ámbitos populares o esencias con los argumentos de Cáceres a través de sus  más variadas y diversas manifestaciones. Por ejemplo: “Hoy hemos cacereñeado  dando vueltas y más vueltas por Cánovas arriba y Cánovas abajo”, “Esta tarde vamos  a cacereñear a base de bien por la feria”, “¡Mira la cantidad de extranjeros que se 

encuentran cacereñeando por la Ciudad Medieval!”…  

Cacereñeando en el rodaje de la serie de televisión “Isabel” 

Cacereñear también es, sencillamente, sentir a cada paso, las esencias, las  honduras y las sensibilidades de un sentimiento propia y estrictamente cacereño, siempre penetrante, repleto de hechizo, cargado de mágicas estampas, revivir  emociones, en el recorrido cacereñeador para disfrutarlas a cada instante y que se  quedan grabadas en el alma. 

Del mismo modo y manera que cacereñear es vivir, palpitar y hacer cada día  gala de los sentimientos que se respiran con la ciudad. Un paseo lento, sin prisas, a  caballo, por ejemplo, entre la Plaza Mayor, Pintores y la Plazoleta de San Juan, y  viceversa, Plazoleta de San Juan, Pintores y la Plaza Mayor, todo un recorrido  histórico-popular en el transcurso de los tiempos, caminar arrobado por las  estampas de ayer y de hoy, decir casi de modo continuado “Adiós”, “Hasta luego”,  “Vamos andando”, “Ve con Dios” o “Usted lo pase bien”, tal cual se saludaba en  aquellos lejanos tiempos de la niñez del articulista a las caras conocidas que se  deslizaban entre los parajes humanos de la ciudad, desayunar unos buenos churros con café, seguir con la típica costumbre del tapeo, sentarse en una terraza a disfrutar  en una tertulia con el paisanaje amigo, al medio una copa de buen tinto de  Montánchez y ese manjar que resulta la prueba de cerdo, contemplando el desfile 

de los transeúntes, en una y otra dirección, pegando la hebra, que no resulta mal  oficio, a veces cortando de forma irónica algún que otro traje, y sitiados por el  sonsonete del murmullo callejero que fluye y deambula por las calles y plazas, o, acaso, por ejemplo, contemplar, con calma, los escaparates de los comercios de  moda al hilo de las modas y ofertas junto al trajín de la ciudad. 

Cacereñeando con el Festival Iris Fleadh 

Asimismo, caminar con cadencias y admiraciones por las entrañas del Casco  histórico-artístico y monumental, entre la Plaza de Santa María, dejando atrás la estela del Palacio Episcopal, el Palacio de Hernando de Ovando o la Casa de los  Mayoralgo, traspasar la Plaza de San Jorge, rozando el Palacio de los Golfines de  Abajo en su esquinazo con la calle del Marqués, la Casa de los Becerra y el viejo  Instituto de Enseñanza Media “El Brocense”, conocido como el Insti, revuelto por la  muchachada bachiller, y tirar por la Cuesta de la Compañía arriba, hasta el marco de  la Plaza de San Mateo, con la mirada admirativa ante el encanto sugestivo de la  ciudad medieval. Una, siempre, impresionante Cáceres…  

O, simplemente, sentarse en uno de los bancos de cualquier paseo --se me  antoja, así, de repente, la larga bancada de la bandeja del Paseo de Ibarrola,  conocido como Alto, de tantas correrías por el tránsito de la infancia, con las hojas 

de los eucaliptos que servían como baños de vapor para los catarros--, o dejarse  llevar por el murmullo del agua de las fuentes de los Tritones o la de Los Cisnes, o  aquellos otros bancos situados en la bandeja de la Plaza Mayor, arropados por  hermosas palmeras, que lamentablemente nos dijeron adiós hace largo tiempo, y en  cuyo desaparecido escenario los mochuelillos cambiábamos aventuras en las  mañanas dominicales. Bancos estos últimos que cuando las sombras de la noche  eran sitiados por algunas parejas de novios. 

Cacereñeando por el Mercado Medieval. 

Y revivir tantas secuencias, fotografías, imágenes, sensaciones de nuestros  adentros, impresiones del alma y variopintas en el recorrido siempre humano,  popular y cacereñeador de nuestros trasiegos, caminatas, andanzas y disfrutes por lo  que todos conocemos, desde siempre, y nunca mejor dicho, seguramente, por el  todo Cáceres. 

¡Qué inmensamente genuino y bello se hace el cacereñear...! Lenta, sosegada,  tranquila, reposada, despaciadamente, por los diferentes trayectos de la capital,  amigo lector, compañero sumergido entre las densidades del cacereñeo. 

Y cacereñear, claro, es la normalidad de tantos pasos, como lo es el hecho de  participar de la vida, de los actos, de los acontecimientos, que marcan un antes y un  después en el paso del calendario, hacerse eco de las noticias volanderas que 

corretean o galopan por el boca a boca y saber de Cáceres, como siempre se hizo,  también, por los periódicos callejeros de las gentes. 

Cacereñeando con la bajada de la Virgen de la Montaña desde el Santuario a la capital 

Desde las Candelas con roscas de anís, por los recorridos procesionales de la  Semana Santa, de Interés Turístico Internacional, siempre hechizante, continuar el  curso de los festejos en las tradicionales Ferias y Fiestas de mayo, subir a visitar a la  Virgen de La Montaña, allá en su altar del recogimiento del Santuario, en la Sierra de  la Mosca, entre plegarias y rogativas, participar en los actos de la festividad de San  Jorge, soldado romano, ejecutado por su fe cristiana, mártir, cuya celebración en el  calendario coincide con el de la conquista de la villa por las tropas cristianas de  Alfonso IX a los moros, dejarse sorprender por los ritmos étnicos y folklóricos del  Womad, escuchar alguno de esos selectos conciertos, cuajado de esencias, como  resultan, siempre, desde hace sesenta y siete años, los del Orfeón Cacereño…  

Acaso porque como ya dejé constancia en su día, paseando y marchando  por cualquiera de los senderos y rutas urbanas de Cáceres, también se cacereñea  con pasión, con sosiego, con calma, con sensibilidad popular, con sabor a raudales,  con luz...

Cacereñeando en las Ferias y Fiestas de San Fernando. 

Y es que cacereñear se conforma como un acto de cotidianeidad y en el que  basta con dejarse llevar, tan solo, por el ritmo de gozar con los infinitos sabores de la  ciudad, como la parte de un todo por cuyo manantial fluyen los riachuelos de  sensibilidades que se pueden vivir con Cáceres, con sus estampas, con sus gentes,  con sus costumbres, con sus esencias, con sus particularidades, con sus emociones,  con sus hábitos frecuentes.  

Así, por ejemplo, de este modo trato de dejar constancia de una manifestación  con eminente sabor a las esencias de Cáceres. Como si alguien expusiera de forma  coloquial: 

-- ¡Me voy al Rodeo a echar un fío…!--, mientras los chavales galopábamos  para corretear de forma ansiosa tras la pelota, con dos montones de piedra como  porterías, emulando a nuestros ídolos, los jugadores del Club Deportivo Cacereño,  como Tate, una institución del fútbol local, o caminando por la Ronda, en aquel  entonces por la parte contraria a la de las viviendas que van confirmando la curva de  la Avenida de Hernán Cortés, dejando al otro lado con una secuencia interminable  de largo, infinito tapete de verde campo, la Sierrilla --como seguramente queríamos  señalar de chavales los amigos de las pandillas de la infancia y bachiller-- mientras la  nueva palabra nos podría sugerir, y mucho, la terminología por el sabor y el saber del 

día a día de y sobre los aconteceres y dinámicas de la cotidianeidad existente en los  marchamos de Cáceres. Referencia que se aumenta al sentir el prisma de la pequeña  capital de provincia, siempre tan cercano, que diría Miguel Delibes, notable  conocedor de ese espíritu tan humano y próximo que anida en este tipo de capitales. 

Cacereñeando con la Procesión de la Madrugada en Semana Santa. 

Una ciudad, ni más ni menos, que es Patrimonio de la Humanidad, Tercer  Conjunto Monumental de Europa, después de Tallín y Estambul, Capital Española de  la Gastronomía en 2015, habitadas por cientos y cientos de personas cuyos rostros  hemos contemplado en numerosas ocasiones, aunque no haya transcendido tan  siquiera nunca conversación alguna, y siempre abierta a todos con los brazos de par  en par. 

Pero engancha tanto el sentido y el sentimiento que se alberga por la  inmensidad del recorrido por el diseño y el dibujo de las calles de todo Cáceres, Vive  Dios, que el articulista se compromete a continuar estimulando de forma constante  en el reto de hacer cotidiano el uso de la palabra cacereñeo, y que ya se utiliza en  determinados círculos.

Cacereñeando en la Plaza Mayor de Cáceres. 

A buen entendedor, pues, palabras sobran, en el espíritu y en la inquietud de  seguir Cacereñeando más y mejor cada día. Como una muestra social y cercana de  los sentimientos cotidianos que palpitan en el trasfondo del paisanaje. 

NOTA: Las fotografías han sido cedidas por el Portal Oficial de Turismo de Cáceres y  por David Díaz Pérez.

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