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Región Digital

ELECCIONES Y LÍDERES POLÍTICOS

29 abril 2016

De haber elecciones el 26-J, como parece, Rajoy y Sánchez lo pueden pasar verdaderamente mal.

Mientras una gran parte de la sociedad española vive angustiada por la gravedad de la crisis, por la severidad de las listas del paro, por el ajuste salarial, por la voracidad del sistema impositivo y tributario español --selectivo, injusto y permisivo con los más pudientes y cruel e insolidario con los más débiles--, queda patente, lamentablemente, el fiasco de la capacidad de negociaciones de los líderes de los principales partidos, tras el 20-D, que --salvo error, omisión o cambio de última hora--, nos conducen a nuevas elecciones. Sencillamente porque parece que la importancia emanada de la misma crisis no va con ellos.

Con el recuerdo inmenso a Aquellos Hombres de Estado --ver mi artículo "Aquella Política de Estado", publicado en Región Digital el 13 de enero pasado--, como fueron Adolfo Suárez, UCD, Felipe González, PSOE, Santiago Carrillo, PCE, Miquel Roca Junyent, CiU, y otros, desde esa perspectiva, señalaba, resulta muy difícil entender cómo los partidos denominados constitucionalistas (PP, PSOE y Ciudadanos) no han sido capaces de ponerse de acuerdo, fijar al menos un programa de mínimos, buscar un acuerdo de gobernabilidad, por ejemplo de uno o dos años, activar los mecanismos más urgentes y necesarios para dinamizar el país, sobre todo en los planos laboral, industrial y económico, inversiones extranjeras incluidas, y, posteriormente, convocar nuevas elecciones. Todo fuera por llevar, al menos, una tranquilidad parcial a la ciudadanía y todos los sectores sociales.

Pero ha quedado patente la incapacidad de diálogo de Mariano Rajoy, que, por mucho que el PP fuera la fuerza ganadora de los pasados comicios, perdió 63 escaños como consecuencia de su política de castigo a la economía de los más necesitados, como ha quedado patente la incapacidad de esfuerzos de Pedro Sánchez, el peor secretario general del PSOE, que ha llevado a su partido a las cotas más bajas de apoyo ciudadano, que siendo oposición perdió hasta 20 escaños, y la de un semiabstracto Albert Rivera, con un programa aún confuso por la propia dinámica de las fuerzas que campan a su izquierda y derecha, por lo que no pudo o no supo alcanzar el equilibrio de una auténtica fuerza de centro, estilo UCD, tal como se proponía.

Motivos de profunda reflexión como para señalar que Mariano Rajoy, que ya representa un esquema cada día más alejado de las dinámicas político-sociales de hoy, y Pedro Sánchez, cegado por la ambición total y la codicia más absoluta, tal vez no debieran de ser los pósters electorales del PP y del PSOE. Si bien resulta evidente que en el seno de dichos partidos se hará lo que digan su presidente, por el PP, y su secretario general, por el PSOE, manu militari, aunque solo sea por el hecho de las propias estructuras piramidales, por la carencia de debate interno, y porque, para no engañarnos, existe mucho miedo a pronunciarse desde abajo con opiniones contrarias a la cúpula y correr el riesgo de poder perder el escaño, el lugar en la lista o la poltrona correspondiente. Por lo que nadie, más que los propios contertulios de las diferentes emisoras de radio y cadenas de televisión, se atreven a abrir los respectivos melones sucesorios que se necesitarían o podrían necesitar tanto en el PP como en el PSOE. Más, en estos momentos, en que se han acabado las mayorías absolutas.

Lo que, por otra parte, lleva, al tiempo, a otro debate. Y es que mientras el centro derecha español se ha orbitado alrededor del PP y de Ciudadanos, la izquierda española, a la que necesita firmemente y con la mayor seriedad y criterios la democracia, debiera de plantearse una conformación socialdemócrata auténticamente europea, que posibilitara un partido fuerte y no el tremendo caos en el que se encuentra inmersa.

Con un PSOE señaladamente débil, con políticas de muy extrañas decisiones, como el empeño continuado de su todavía líder, Pedro Sánchez, en querer pactar con Podemos a toda costa y alcanzar, también a toda costa la presidencia del Gobierno, tal como han demostrado sus angustias de estos últimos meses, mientras Pablo Iglesias espera poder pegar el sorpasso definitivo para acabar con el partido de Pedro Sánchez, con un Pablo Iglesias, al tiempo, de inmaduras y extrañas políticas, que nacen en su obsesión bolivariano-chavista, que es incapaz de demostrar de dónde han salido los dineros para conformar un partido político y abordar las muy costosas campañas electorales, lo que no se hace solo con las pequeñas cuotas de unos miles de militantes, que tiene las agallas enloquecidas de calificar como hombre de paz, como acaba de hacer, a un terrorista como Arnaldo Otegi, lo que supone una verdadera agresión en toda regla a la sociedad española, y pasearlo, como hoy mismo, por el Parlamento Europeo. En este sentido es de señalar que Arnaldo Otegi, ex miembro de la banda criminal ETA, con la que cometió determinadas acciones, fue portavoz de Batasuna, de Euskal Herritarrok y que acaba de salir de la cárcel a la que llegó por pertenencia a banda terrorista.

Por su parte el proindependentismo catalán sigue campando a sus anchas con un enloquecido presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, que solo pretende lograr la llamada desconexión de España, en una sociedad moderna que lucha por abatir fronteras y aunar voluntades de entendimiento y progreso, propios del siglo XXI, aunque mientras tanto bien que sangran al Estado Central y sus presupuestos en perjuicio del resto de Comunidades Autónomas, con una Esquerra Republicana saboreando ya el poder de la Vicepresidencia de la Generalitat desde la cada vez más absurda carrera pro-independentista, el PNV vive aconjogado en su paulatino apresamiento entre las garras de Bildu y Podemos que va creciendo de forma señalada en el País Vasco, y con las huestes de la antigua Convergencia, hoy llamado de forma incomprensible Democracia y Libertad, verdaderamente destrozadas por un alocado Artur Mas, el peor presidente de la Generalitat, y ya, afortunadamente, en el rincón del olvido y, lo que es más importante, por la fuerza de los votos más que hartos de su continuada incompetencia política.

Asimismo es de señalar la escasa fuerza de la Nueva Izquierda, en la que está incrustada Izquierda Unida. Liderada por Alberto Garzón, que fue engullida por Podemos, y que parece que tan solo lucha por su tabla de salvación firmando la alianza a la que han llegado de la mano de otro extraño acuerdo de coalición con los podemitas.

Las probables elecciones del 26-J se presentan, pues, muy confusas, si seguimos las líneas de los estudios demoscópicos que hablan de resultados similares a los del 20-D.

El hecho cierto es que una sociedad en crisis, como la española, ha perdido cuatro meses de gran importancia, por el cerrilismo insolidario de algunos líderes políticos, el empecinamiento de otros y la sinrazón de terceros.

Seguramente, entre otros motivos, porque con ellos no van ni las listas del paro, ni las angustias de los hogares domésticos por alargar de forma ejemplar el sueldo para llegar a fin de mes, para pagar la hipoteca, o para salir del atasco del maldito setecientos u ochocientos eurismo que nos invade, nos preside la cuasi contención salarial, aumenta de forma salvaje y anárquica los precios, incluidos los de los productos más básicos, se continúan abriendo las puertas a los inmigrantes, que llegan a riadas, sin papeles y sin trabajo, pero que nada más poner los pies en suelo español ya perciben ayudas económicas del Estado, que perjudican gravemente a la ciudadanía española, como perciben ayudas sanitarias y ayudas alimenticias. Y no solo no soy xenófobo, si no muy solidario con las problemáticas humanas.

De tal forma se presenta el 26-J, mientras España se haya sitiada de problemas, económicos, laborales, industriales, etc, que las mismas se conformarían como las más importantes de la historia.

Atrás quedan, eso sí, Aquellos Hombres y Aquellas Políticas de Estado que supieron cerrar las puertas a hablar del régimen anterior, a debatir con dureza democrática los grandes problemas de Estado, a firmar los Pactos de La Moncloa, a hacer una Constitución y a dialogar, entre esfuerzos y capacidad de entendimiento, por una España mejor.

Lo que hoy, mirando por el retrovisor, es, sencillamente, de aplaudir, aunque, lógicamente, existieran razonables lagunas.

OPINIÓN DE NUESTROS LECTORES

ANGEL RUIZ CANO-CORTES 00:57 02 mayo 2016

Este art?culo contiene y expresa una opini?n muy acertada y razonable acerca de la situaci?n pol?tica del momento y de la trascendencia de las pr?ximas elecciones, que recuerdan a las decisivas elecciones del 16 de febrero de 1.936 por la importancia que tuvieron

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