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  • 16 oct 2024

UNA CATOVI EN CALEROS

02 diciembre 2015

La calle Caleros, nacida en el siglo XIV, se conforma como una de las de mayor sabor popular en Cáceres. (Para Azucena Alvarez, cacereñeadora desde la calle Caleros, que está llevando a cabo una gran labor histórico-documental con el grupo de Facebook "No eres de Cáceres si...")

La calle Caleros, nacida en el siglo XIV, se conforma como una de las de mayor sabor popular en Cáceres.

(Para Azucena Alvarez, cacereñeadora desde la calle Caleros, que está llevando a cabo una gran labor histórico-documental con el grupo de Facebook "No eres de Cáceres si...")

El periodista, que lleva ahondando años ahondando en sus investigaciones sobre Cáceres, acaba de publicar en su blog un capítulo titulado "Calle Caleros, pedazo de calle". Entre sus documentos ha retomado un texto escrito en su día por María Hurtado Pérez en el Blog Asuntos de Familia,  que titula "Diario de una madre de provincias".

La autora, tras declararse Catovi, cacereña de toda la vida, hace una reflexión de sus anhelos por habitar en la calle Caleros. Tras haber alcanzado lo que considera el summum cacereño, se encontró con que uno de sus hijos, con tan solo cinco años, un día le espetó:

-- Mamá, nosotros no vivimos en la ciudad. 

Al tiempo el chicuelo contaba que los que viven en la ciudad son los abuelos porque tienen un edificio con ascensor. Una desconsolada María Teresa que añade: "Para él Cáceres es Cánovas, La Madrila, Los Fratres o Moctezuma pero la calle Caleros no es Cáceres, para él este barrio es simplemente…La Plaza".

Tras colegir que puede que la ciudad de verdad comience en Cánovas y que tal vez el centro histórico ha dejado de ser el centro urbano expone que "prefiere quedarse con la Ciudad Antigua, con la vida barrio de Caleros y sus casas sin ascensor".

La calle Caleros, de gran calado popular, nació en el siglo XIV, más allá de la ciudad Intramuros.

El nombre deriva de la costumbre de que los integrantes de un gremio habitaran en la misma calle, que, en este caso, bordea la muralla transcurriendo entre el Arco del Cristo y el Arco del Socorro. Precisamente la blancura es una de sus señas de identidad.

La calle Caleros, cuyo gremio fue de los más numerosos de Cáceres, de prestigio por la calidad de la cal y de los caleros, fue, en su nacimiento, uno de los arrabales de la Villa, en la que llegaron a confluir hasta cien hornos y determinando una gran importancia en el tejido socioeconómico de Cáceres, aunque, por mor de los tiempos fueron desapareciendo del escenario industrial. Un  oficio duro, severo, sacrificado. Pero que honró, y de qué manera, a la calle y a Cáceres.

Hasta el extremo de que Segismundo Moret, que fuera ministro y presidente del Gobierno, le concedió tanta importancia que. gracias al descubrimiento de las minas de fosfato y de cal, logró llevar el tren hasta la boca de las mismas, generando una gran actividad y posibilitando el alzamiento de un poblado de relieve en la vida de la ciudad. Lo que le valió al político prestar su apellido al poblado, a una calle en Cáceres y ser Hijo Adoptivo.

La calle Caleros, cuya armonía estética han sabido conservar a base de bien sus vecinos, lo que es digno de relieve, se abraza, en sus proximidades, a todo un inmenso río de rúas y plazas de entrañable sensibilidad como son Fuente Concejo, la Plazuela del Socorro, Ribera de Curtidores, Cada Adarve del Cristo, Calle Amargura, Cuesta del Marqués, calle San Roque, calle Alto de Fuente Frías...

En la calle Caleros sobresale la ermita del Vaquero, construida en el siglo XVII, sobre la casa del pastor y vaquero Gil Cordero, a quien se le apareció la Virgen de Guadalupe en 1326 en la Sierra de las Villuercas. En 1667 Juan de Carvajal y Sande, Presidente del Consejo de Hacienda, procede a encargar la elaboración de la imagen de la Virgen de Guadalupe, con lo que dio pie a para la construcción de la ermita, que inicialmente llevaba el nombre de la que patrona de Extremadura.

Por esas circunstancias de la historia en sus páginas en su lugar durante unos cincuenta años se instaló una mancebía que se plagaba, ya en aquellos tiempos, de meretrices y buscones de aquel Cáceres.

El acontecimiento más importante de la calle Caleros es el paso de la imagen procesional de la Virgen de la Montaña, cada año. 

La Virgen de la Montaña, conocida como la cacereña más bonita, entra en la calle Caleros al ritmo del Redoble. Desde las balconadas y ventanas de Caleros llueven pétalos, llueven besos, llueven canciones, llueven piropos, llueven plegarias, llueven vivas y llueven fervores. Mientras, se canta con alegría emocionada, se baila porque lo pide el cuerpo, se reza porque lo solicita el alma, se llora porque se escapan las lágrimas y sus gentes se emocionan porque no se puede contener el alma.

Un día de sentimiento devocional inmensamente calero. Tanto que un año alguien quiso desviar el recorrido procesional para que el desfile procesional entrara a la Concatedral por la Avenida de la Montaña, el vecindario se puso de uñas y armó la marimorena. Pero la Virgen, camino del novenario anual, pasó, faltaría más, por la calle Caleros.

La calle Caleros, Hermana Mayor de Honor de la Virgen de la Montaña, se adereza de vida, de colgaduras, de arcos, de mantones, de estampas, de colchas, de banderas, de flores y, al tiempo, emana olor a  romero y otras hierbas aromáticas.

Muchas jóvenes reciben a la Virgen con el traje de campuza, el traje típico cacereño engalanadas con el pañuelo de mil colores, con refajos, con polleras, como muchas son las que la reciben vestidas, de forma elegante y airosa, con el traje típico de Montehermoso.

En el centro de la procesión, la Virgen con el manto que le regaló el Ayuntamiento con motivo de las bodas de plata de su coronación canónica, el 12 de octubre de 1949, con el escudo de Cáceres en el delantal. Y que durante nueve días va a recibir miles de peticiones, oraciones, deseos, preces, miradas, lágrimas, angustias, sueños, ofrendas, esperanzas, sugerencias, anhelos y promesas inveteradas.

En la calle Caleros nació un cacereño de una talla humana como José Luis FrancoFranquete, Hijo Predilecto de Cáceres, emana la saga familiar que arranca con Santos Floriano González, que ya en 1900 regentara en la Plaza una imprenta y una droguería, y vino al mundo Santos Benítez Floriano, Cronista Oficial de Cáceres.

En Caleros también abrió los ojos a la vida Rafaela García, que a los nueve años ya trabajaba de niñera en el palacio del Conde de Canilleros, homenajeada hace escasos meses por el Ayuntamiento al haber cumplido los cien años de edad, lo mismo que allí vivió Teresa Macías, la Navera, Hija Adoptiva de Cáceres, la saetera más popular de la ciudad que hoy tiene su rincón para la inmortalidad en el Adarve, cantando, entre lágrimas, la madrugada de Viernes Santo a Jesús Nazareno y letras del Conde de Canilleros.

Allí también vive Azucena Alvarez, que hace un tiempo puso en marcha un grupo de Facebook, denominado "No eres de Cáceres si...", arrancando a la historia fotografías antiguas y modernas, vidas de personajes célebres, bellos paisajes en un puzle histórico-social y participativo, lo mismo que vive Dioni Rebollo, que sigue encalando la fachada de su casa, cada año, como marca la tradición, para la llegada de la Virgen.

Una calle en la que en el año 2006 se abrió la primera mezquita, denominada Tuba, cuya traducción es clemencia, como lugar de culto, de encuentro, de escuela coránica, considerada como símbolo cultural y de identidad, y con Brazim El Azifi, natural de Kenitra, cerca de Rabat, como primer imán. O, lo que es lo mismo, primer guía espiritual.

Mientras tanto se va tejiendo ese proceso de revitalización y renovación generacional, social y convivencial de la calle Caleros, que arranca con el Plan Urban-Calerizo tratando de revitalizar social y económicamente la zona, aumentando de día en día la población joven que se interesa por vivir en el área extramuros del Casco Histórico-Artístico.

¿Es el florecer de la Calle Caleros? Caleros. Seguramente. Una calle, en suma, que desborda el más hondo y profundo sabor y calado en la historia de Cáceres, y que siempre se encuentra en el epicentro de la ciudad por la hondura de su tradición y vivencias tan arraigadas en el pulso existencial de la misma, mientras todo su vecindario sigue trabajando, de forma esmerada, por la mayor y mejor recuperación de la misma y de todo su entorno, en la esperanza, claro es, del mejor futuro para todos.

 

¡Pedazo de calle...!

NOTA. Para más información se puede consultar el capítulo "CALLE CALEROS, ¡PEDAZO DE CALLE...!", en CACERES, EL BLOG DE JUAN DE LA CRUZ.

P. D. La postal recoge una imagen de la calle Caleros con la iglesia de Santiago al fondo y datada en 1961.

 

 

 

 

 

 

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