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Región Digital

Lo que la Ciruela enseña a la I+D+I

10 diciembre 2018

La ciruela y la agricultura en Extremadura tienen mucho futuro, porque han ido aprendiendo de su propio pasado.

Extremadura es la primera productora nacional de fruta de hueso, y el primer productor europeo por hectáreas plantadas y kilos recogidos cuando se trata de la ciruela. Esto es, tenemos una posición reconocida y reconocible en producción y comercialización de estos productos que se ha conquistado con muchos años de esfuerzo y riesgo del sector. Uno de los que verdaderamente saben de esto hace poco comentaba en un foro que va para 30 años cuando un grupo de fruticultores se decidieron a dar el salto comercial en el caso de la ciruela, que luego se extendió a otros productos. Y se lanzaron a explorar y abrir nuevos mercados, donde hoy ya son referentes y referenciados mientras en paralelo han seguido aumentando producción e investigando variedades diversas para sostener su competitividad.

 

Pues bien, no soy experto en fruta y tampoco en I+D, de hecho me cuesta reconocerme experto en particular en algo, pero ando cerca del mundo de la fruta (muchos de mis clientes son de este sector) y haciendo cosas de I+D, y aprendiendo de lo uno y lo otro, y en lo uno para lo otro, sí consigo algunas reflexiones para mí bastante claras sobre estrategias, criterios y medidas. Y es que ahora bullen las ayudas, convocatorias e incentivos relacionados con el fomento de proyectos de investigación, desarrollo e innovación donde se potencia precisamente eso: “producir” proyectos en forma de prototipos y justificar una investigación hacia nuevos e innovadores desarrollos. Pero, ¿y para venderlos?. Ahí es donde radica mi inquietud. Todos estos impulsos y estas necesarias estrategias de apoyo llegan a acelerar y motivar esa producción de prototipos, esto es, generar una interesante masa de “productos TIC”, innovadores, experimentales; pero no alcanzan y hasta excluyen expresamente una parte tan crítica y esencial como la de su posterior proceso de comercialización. Y si es obvio el esfuerzo de inversión que implica la ejecución de estos proyectos, no es menos evidente el hecho de que la articulación de un adecuado sistema de promoción y venta es también igualmente costoso e imprescindible para dotar de sentido lo anterior en términos económicos y empresariales.

 

Durante años y aún hoy, seguimos siendo la despensa de España, pero la identidad de muchos de nuestros productos agrícolas se había perdido en cuanto a su vinculación con esta tierra porque quien los cogía de la despensa no era el consumidor final o un cliente mayorista, sino un distribuidor o incluso un productor mejor posicionado comercialmente. De manera que nuestro arroz pasaba por valenciano, o nuestro tomate por murciano. Nos centramos y acomodamos en producir y perdimos baza en comercializar. Ejemplos como la ciruela y la revolución del tomate extremeño son ejemplos de que otro camino es posible y preciso, un camino donde la producción y la comercialización tengan un tratamiento estratégico proporcional e idóneo, donde se cuiden ambas variables, y donde en paralelo, las empresas sostengan una sensibilidad incesante hacia la investigación y el desarrollo de innovaciones orientadas a su comercialización efectiva. Se trata de anticiparse al mercado, y de responder al mercado, para eso hay que estar siempre en el mercado sin descuidar la producción y la innovación.

 

En materia de I+D, al hilo de lo anterior, debemos estar alerta ante el peligro de convertirnos sólo en el laboratorio de España, en la factoría de inventos y prototipos, en una productora de investigaciones y desarrollos iniciales, cuya comercialización al final se canaliza por empresas que compran el producto base para paquetizarlo y maquetarlo ya como propio. En definitiva, el riesgo de que nos acomodemos al calor de esas ayudas o inversiones incentivadas y/o apoyadas desde lo público y asumamos únicamente ese papel de desarrolladores iniciales de ideas que finalmente explotan y son especialmente rentables para otros que “utilizan” los prototipos que salen de aquí. Y sin desdeñar las ventajas de ser “esa factoría” de prototipos experimentales y los beneficios directos e indirectos que conlleva, con esta dinámica se pierde también una oportunidad importante de retornar y retener la rentabilidad. Así, la apuesta empresarial debe contemplar también la inversión en la comercialización de lo que está dispuesto a investigar y las medidas de incentivo actuales o futuras serían más completas y coherentes si abordasen de algún modo esta otra parte que es la que cierra el círculo. Lo otro viene a ser como gestar la criatura y hasta parirla para que luego la críe otro, o ser el cerebro de alquiler de España y Europa para a continuación llevarse la idea concebida ya con notable madurez, y prácticamente para rematarla y ponerla “guapa” para sacarla a la calle. O dicho de otro modo, en términos más actuales, es otra manera de que el talento (ya con cierta forma de producto) se siga fugando. Si vamos a tener “hijos” planifiquemos o preveamos también qué porvenir les vamos a dar y cómo les vamos a mantener; si vamos generar productos asegurémonos de estar dispuestos y preparados para conquistar mercados donde venderlos y darles sentido, solos o acompañados, pero sin mercado el producto vale menos y cuesta mucho. Y producir para el “luego ya veremos” supone un riesgo para los recursos invertidos. Sin entrar en la necesaria mejora de la “mentalidad empresarial” que deben ir acompañando estas ayudas e incentivos, ahora muy farragosas, complejas y siempre ancladas a sostener indirectamente el entramado público o pseudo público (eso merece capítulo aparte) y donde la interacción público-privada tiene claro margen para simplificarse y agilizarse y también naturalizarse sin esclavitudes.


La ciruela y la agricultura en Extremadura tienen mucho futuro, porque han ido aprendiendo de su propio pasado, y estas enseñanzas son extrapolables en muchos casos. Intentarlo es el primer paso para hacerlo, pero hacerlo es lo que configura el objetivo. Intentémoslo, pero sobre todo intentémoslo bien, de forma completa y responsable, porque aumentaremos la probabilidad de que el intento se convierta en un gran hecho.

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