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Atreverse: excusas o motivos

24 julio 2018

Yo creo que la mayor parte de los ámbitos de nuestra conducta y nuestro comportamiento, de nuestro “hacer” o “no hacer”, tienen que ver con esa actitud vital ...

Yo creo que la mayor parte de los ámbitos de nuestra conducta y nuestro comportamiento, de nuestro “hacer” o “no hacer”, tienen que ver con esa actitud vital que nos distingue o identifica: nos atrevemos o no. Y cuando abordamos ese discernimiento hay dos opciones para interpretar el camino a seguir: descubrimos y nos empeñamos en encontrar los motivos para avanzar, para intentarlo, para explorar y exigirnos; o nos centramos en las dificultades e inconvenientes para construir un discurso e interiorizarlo que nos lleve a darnos la vuelta, paralizarnos o desechar esa dirección.

 

Claro que la generalización es arriesgada, pero me inclino por considerar que solemos llenar más nuestra vida de excusas que de motivos; para justificar o aliviar lo que no hemos hecho, lo que no hemos conseguido... Las excusas y los motivos son el reverso y el anverso de la misma mirada que evidencia una forma de ver o enfocar muy diferentes y muy determinantes. Casi siempre, por no ser categórico, la pertinente excusa o dificultad tiene su equivalente en forma de solución, alternativa o motivo; y el elemento transversal es la decisión, la vocación o el modo de ver, que al final condiciona una forma de “ser” que deriva en unos hechos que nos identifican.

 

Estamos en un momento histórico especialmente permeable al atrevimiento constructivo, pero sobre todo, estamos en un contexto donde no cabe acomodarse, esperarse o justificarse, porque la excusa de unos son los motivos de otros, y la competencia o la concurrencia competitiva al final se resume en enfoques, visiones y misiones asumidas.

 

Y la esencia o el origen de todo ello es cultural y educativo, porque estamos más formados para la prudencia o la seguridad, que para el riesgo. Nuestra propia naturaleza es mucho más proclive a la comodidad que a la complicación, a seguir a otros que a emprender aventuras originales o adentrarnos en caminos menos transitados. Esa cuestión cultural y educativa se afianza desde los hechos más cotidianos hasta las resoluciones más complejas, desde aferrarse a los motivos para dar un beso, o un abrazo; o acomodarnos a la excusa de que los demás “supongan” nuestros afectos y sentimientos; desde el motivo para iniciar aquello que nos apasiona o escondernos en la rutina de lo que se espera que hagamos....

 

La necesidad o la adversidad son la encrucijada que nos permite cuestionarnos si nuestro horizonte está jalonado de excusas para disculparnos o de motivos para enfrentarnos y exigirnos desarrollar aquello que creemos, queremos o somos capaces. La duda es la bisagra, la balanza que hemos de decantar.

 

Pero yo siento que la “prueba del algodón” es aquello que le recomendaría a quien más quiero, qué le diría a mis hijos: busca y encuentra razones para avanzar siempre, ir despacio es casi estar parado, estar parado es estar menos vivo... Vivir tiene más que ver con atreverse que con esconderse, porque al atrevernos conocemos la vida y la vida nos conoce a nosotros.

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