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Región Digital

No combatamos el odio con odio

16 noviembre 2015

Miguel Ángel Morales reflexiona sobre el terrible atentado sufrido por la población de París y las consecuencias de la violencia.

Todo es consecuencia de algo, aunque algunos comportamientos humanos respondan a la irracionalidadtal y como ha ocurrido en París el pasado viernes. A pesar de ello, combatirlo racionalmente es inaplazable si queremos cambiar el choque de civilizaciones que venimos sufriendo desde hace décadas, año tras año con más muertes y más odio como alma mater de las confrontaciones.

Los demócratas de salón, esos mismos que no combaten ni repudian dictaduras de las suyas, creen y repiten que los asesinos son eso y nada más. Evitan y quieren evitarnos un necesario ejercicio de reflexión en el que sepamos de nde viene la reacción a la reacción, en una espiral, repito, de odio, que para algunos fue logística y negocios en Irak y para otros, guerra santa sangrienta y espeluznante.

La ciudadanía de París, de Madrid, de Nueva York, de Londres, ha sufrido la ira de asesinos que justifican su sinrazón en la humillación al pueblo árabe, como consecuencia de guerras por negocios, de venganzas, de procesos descolonizadores que dejaron sangre, genocidios y fronteras artificiales, de la política exterior del mundo "civilizadoque asfixia el sano desarrollo y crecimiento de pueblos que nunca disfrutaron de lo suyo en condiciones de igualdad.

Nos hemos rasgado las vestiduras hablando de democracias inconclusas, a la vez que crecían los guantánamos y las salas de tortura allí donde cualquier sociedad emergente quería sacar la cabeza de su subdesarrollo secular. Hemos puesto la semilla del odio y ese odio crece aquí, a nuestro lado, con ansias de revancha e inhumanidad. Si queremos solucionar y vencer al terrorismo, no lo haremos con banderas, bombas, drones y concertinas. Sólo seremos capaces de hacerlo con cooperación al desarrollo en países que hoy encuentran en la muerte la única forma de santificación posible.

La sangre derramada en París no tiene sentido dentro del marco de la muerte misma, pero aquellos que detonan explosivos y arrasan vidas inocentes ya están aquí, a nuestro lado, y no nos valdrá de nada declarar una guerra al terrorismo si no somos capaces de comprender cómoabordar las próximas décadas en un orden mundial cada vez más difuso y peligroso para todas las sociedades.

Está claro que lo que han hecho los estados libres hasta el día de la fecha, no ha servido para otra cosa que no fuera engendrar más y más violencia. Los asesinos vestidos de negro no le dan valor a la vida de nadie y en este juego macabro todos los caminos extremos son temerarios e inservibles. Es imprescindible hablarle a nuestra sociedad de frente, dejar de buscar titulares e intentar, en la solidaridad con los pueblos damnificados por la desigualdad, parar el odio con desarrollo,  parar el odio con igualdad y parar el odio con protección y respeto por la vida de la humanidad al completo. No será fácil pero, al menos, dejemos de creer que es una utopía.

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