El 6 de diciembre de 1978, los españoles (entonces no era necesario decir…y españolas) refrendaban con su voto el texto constitucional que habían redactado un grupo de políticos relevantes, los llamados “padres de la constitución” que representaban la casi totalidad del arco político, desde la derecha tardo franquista (Manuel Fraga) pasando por el Centro reformista (Miguel Herrero) el PSOE (Gregorio Peces Barba) hasta el Partido Comunista (Solé Tura).
De aquel texto que se convertiría en la Constitución se han dicho muchísimas cosas. Por ejemplo que fue el texto del CONSENSO, que representaba el PACTO DE LA TRANSICIÓN, o que era EL TEXTO DE TODOS Y DE NINGUNO, se le ha llamado CARTA MAGNA o LEY DE LEYES, etc., expresando una especie de declaración de mínimos que a nadie entusiasmaba pero que nadie rechazaba y que podría permitir el desarrollo democrático de un país que quería pasar la negra página de la dictadura e incorporarse a la Europa económica, cultural y política.
Han pasado 35 años y en este tiempo mucho ha cambiado el mundo, la propia Europa y no digamos España. Esta es una de las razones, entre otras muchas, por las que hoy se oyen no pocas voces que reclaman o consideran necesarios algunos ¡o muchos! cambios en el texto constitucional.
Desde el espacio republicano, derrotado y reprimido pero nunca desaparecido, se considera un anacronismo la pervivencia de la monarquía hereditaria en la jefatura del Estado. Razones históricas, éticas y democráticas no les faltan. Desde los ámbitos nacionalistas ¡separatistas que dirían hoy algunos! se considera agotado el Estado autonómico y querrían avanzar hacia posiciones soberanistas. No faltan, incluso hay quien piensa que cada día son más, los que consideran que el “Estado autonómico” se nos ha ido de las manos y que es necesario recentralizar recursos, servicios y competencias.
Sin eludir estas cuestiones que están en el tapete político y que ocupan mucho espacio en los medios de comunicación, creo que hay muchos ciudadanos, quizá la inmensa mayoría, que hoy por hoy no se entusiasman con ninguno de estos posibles cambios. En estos tiempos difíciles de crisis interminable que nos ha tocado vivir, con las secuelas que angustian a millones de familias, la cuestión no es si la Constitución se ha quedado o no se ha quedado vieja y por lo tanto debe o no debe ser reformada. La cuestión hoy es algo mucho más primario, primitivo y principal, la cuestión es SI LA CONSTITUCION SE ESTA CUMPLIENDO O NO. ¿Por qué? Porque muchos de los derechos, quizá los más primarios, primitivos y principales, que la Constitución reconoce a todos los españoles siguen estando sólo en el papel, no en la realidad. Por lo tanto, no es que haya quedado superada por el tiempo ¡que también! ES QUE NO SE HA APLICADO Y SU CONTENIDO ESTA POR DESARROLLAR. Es fácil de comprobar:
El artículo 35, reconoce el derecho al trabajo y hay más de 6 millones de parados.
El artículo 47, reconoce el derecho a la vivienda y desde 2008 se han ejecutado más de 250.000 desahucios y hay más de 3’5 millones de viviendas vacías.
El artículo 14, dice que todos los españoles son iguales ante la Ley y todos sabemos que si tienes dinero suficiente para pagar la fianza duermes en casa y no en la cárcel.
El artículo 27, reconoce el derecho a la educación pero el informe PISA nos dice que la igualdad de oportunidades no existe y que la situación socioeconómica determina el nivel educativo.
El artículo 128, dice que toda la riqueza del país cualquiera que sea su titularidad está sometida al interés general y, mientras se acumula escandalosamente la riqueza, hay 14 millones de españoles que viven en el umbral de la pobreza.
El artículo 43, reconoce el derecho a la salud, el artículo 50, el derecho a una vejez digna y así reconocemos todos los derechos habidos y por haber. Cualquiera que se moleste en leer la Constitución, mire a su alrededor y reflexione sobre la realidad de Extremadura y de España hoy, podrá decir que DEL DICHO AL HECHO HAY MUCHO TRECHO.
