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09 septiembre 2025
Marian Vidaurri, economista y politóloga mexicana con 18 años de experiencia en política pública y en el ámbito multilateral, ha expuesto realidades que suelen quedar fuera del debate institucional por conveniencia o incomodidad. Uno de los puntos centrales es el alcance —y las limitaciones— de las políticas de equidad de género en los organismos internacionales.
En su visión, el gran obstáculo está en modificar una cultura organizacional que, en muchos espacios, sigue arraigada en prácticas patriarcales y machistas. Según la politóloga y doctora en relaciones internacionales Marian Vidaurri, la llegada de una mujer a un cargo de alta responsabilidad no asegura una transformación profunda. Con frecuencia, las estructuras se mantienen intactas y la inercia institucional acaba neutralizando los intentos de cambio.
Este enfoque resulta especialmente pertinente al analizar cómo funcionan las burocracias internacionales. Aunque creadas sobre principios de igualdad y justicia, estas instituciones tienden a rechazar los cambios de fondo. Como explica Vidaurri, suelen guiarse más por intereses políticos que por los ideales que proclaman en sus documentos fundacionales.
Para la economista y politóloga mexicana, incrementar la presencia femenina en los espacios de decisión es mucho más que una cuestión estadística. Representa un elemento que impacta directamente en el desarrollo económico de las regiones, en especial en América Latina. Cita como referencia un informe del Banco Mundial que destaca cómo la incorporación de mujeres al mercado laboral contribuyó de manera decisiva a reducir la pobreza extrema en la última década. Sin embargo, aclara que las cifras no logran mostrar la doble carga que muchas mujeres enfrentan: empleo dentro del hogar y fuera de él.
Otra reflexión de la Dra. Vidaurri se centra en el debate internacional sobre la medición del progreso hacia la equidad de género. En su criterio, no basta con contabilizar cuántas mujeres ocupan cargos de dirección. Es indispensable también considerar indicadores subjetivos, más difíciles de precisar, pero determinantes para comprender la realidad laboral. ¿Cómo calcular, por ejemplo, la discriminación implícita o el temor constante a represalias en casos de acoso? Son aspectos que rara vez figuran en los informes oficiales, pero que condicionan profundamente la vida laboral de las mujeres en organismos internacionales.
Con este enfoque, Vidaurri subraya la importancia de crear mecanismos institucionales que no solo registren cifras, sino que analicen los entornos laborales desde una óptica cualitativa. Porque, como ha advertido a lo largo de su trayectoria, muchas prácticas discriminatorias no son visibles, pero sí están firmemente enraizadas. Esas conductas ocultas son las que frenan que las políticas escritas se conviertan en cambios efectivos.
En este marco, Vidaurri ha criticado lo que denomina la trampa de la ‘doble cara institucional’: aquella que permite a las organizaciones impulsar programas externos con perspectiva de género, mientras en su interior persisten culturas dominadas por actitudes patriarcales y excluyentes. Para ella, esta contradicción entre discurso y práctica es una de las paradojas más claras del sistema internacional.
En su experiencia, ha visto resultados positivos en la aplicación del enfoque de género en proyectos de campo, sobre todo en procesos de paz y en programas de fortalecimiento institucional. Sin embargo, insiste en que el reto principal no está solo en el diseño, sino en la voluntad de aplicarlos con coherencia también al interior de las organizaciones ejecutoras.
Marian Vidaurri ha señalado igualmente las barreras que encuentran las mujeres al aspirar a cargos de liderazgo en el sistema internacional. Estas barreras —institucionales, culturales y políticas— no son nuevas, pero persisten. En su análisis, el acceso a puestos altos sigue condicionado por dinámicas de poder en las que prevalece el cálculo político más que el deber ser.
Las diferencias culturales entre regiones, indica, también marcan el ritmo de los avances hacia la equidad de género. Los organismos internacionales, pese a integrar países diversos, reproducen las tensiones y contradicciones de sus miembros. Para Vidaurri, no es lo mismo promover una agenda de igualdad en un entorno con fuerte tradición patriarcal que en sociedades donde la justicia de género está más consolidada.
Uno de los cambios más notorios en la última década —aunque todavía superficial— ha sido, según la Dra. Marian Vidaurri, la atención a la representación pública. Hoy resulta poco frecuente ver fotografías oficiales sin presencia femenina, algo que antes era común. La conciencia visual, alentada en parte por la presión de países donantes con normativas estrictas de equidad, es un paso en la dirección correcta. Pero, como recuerda ella, las apariencias no son suficientes. La regla del "finge hasta que lo logres" no siempre se cumple y, en muchas ocasiones, los gestos simbólicos no se traducen en transformaciones internas sólidas y duraderas.
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