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Extremadura "podría liderar el Acuerdo Europeo por la Ciudadanía Sénior"

Este acuerdo según el Profesor de la UEx y Doctor en Sociología, Santiago Cambero, se basa en 4E, la Estima, la Educación, la Empleabilidad y el Entorno.

26 diciembre 2018 | Publicado : 14:05 (21/12/2018) | Actualizado: 09:20 (26/12/2018)

Los datos más recientes aportados por el Instituto Nacional de Estadística, INE, apuntan que la población de Extremadura ha descendido en 3.181 personas durante la primera mitad de este año 2018 a punto de terminar, lo que supone un 0,3 por ciento menos, y que sitúa la población extremeña en un total de 1.067.272 habitantes. Esta tendencia es una constante, la población en Extremadura desciende año tras año, unido a un envejecimiento permanente de la misma. En una conversación con Regiondigital.com, Santiago Cambero Rivero, Profesor de la Universidad de Extremadura, Doctor en Sociología y Máster en Gerontología Social, abordamos los retos demográficos a los que se enfrenta nuestra región en las próximas décadas.

 

Afirmar que la población mundial está envejeciendo es mucho más que una obviedad, la Organización Mundial de la Salud (OMS) fija que las personas de más de 60 años en la Tierra para 2050 serán el doble que en la actualidad.
¿Qué supondrá este cambio demográfico para el planeta?

Santiago CamberoTal cambio demográfico supondrá un cambio social a escala glocal (global y local), que afectará a la evolución de las estructuras sociales y económicas de las sociedades avanzadas, y también de los países en vías de desarrollo –a pesar de las desigualdades en salud, educación y riqueza entre el Norte-Sur- que están experimentando una transición rápida hacia la modernización demográfica (descenso de la natalidad y de la mortalidad) en las últimas décadas. Este hecho demográfico mundial refleja que las poblaciones mayores de 60 y más años serán superiores a otros grupos etarios, debido al aumento progresivo de la esperanza de vida al nacer en cualquier latitud terrestre, de modo que la tendencia centenaria está siendo la normalidad social.


Así, el reto será progresar como sociedades que aprovechen las oportunidades de esta revolución de la longevidad, mediante la transformación de los sistemas de protección social, educativa y productiva, entre otros, para mejorar las condiciones de vida tanto de las personas jóvenes como adultas mayores. Estas últimas deberán empoderarse para liderar estos cambios sistémicos con el objetivo de potenciar la solidaridad íntergeneracional en sociedades para todas las edades. Sin duda, las políticas públicas de envejecimiento activo, saludable e inclusivo deben implementarse para que las nuevas caras de la vejez eliminen cualquier actitud edadista, observable como práctica social e institucional en la actualidad. 

Por consiguiente, los indicadores de desarrollo humano deben mejorar e igualarse para que los Objetivos de Desarrollo Sostenible sean una realidad antes de 2030, y este cambio demográfico nos equilibre como sociedades. Lo contrario, provocará grandes movimientos de población del Sur al Norte, especialmente entre los más jóvenes –dado que los ancianos no podrán cruzar fronteras por sus condiciones geriátricas- con la esperanza de una vida mejor alejada de hambrunas, guerras, enfermedades, desastres naturales, etc. Esa podría ser el escenario mundial, cuando se están elevando muros de todo tipo para impedir la integración social con discursos ideológicos de odio del “nosotros” versus “ellos”. Ojalá la igualdad demográfica nos permitiera vivir en otro mundo posible.


España no es una excepción en este horizonte, y mucho menos Extremadura, cuya población ya presenta más del 20 por ciento personas mayores de 65 años. Extremo al que hay que añadir la dificultad de un entorno rural muy atomizado. ¿Está nuestra región preparada para este reto?

El envejecimiento de la población extremeña representa la madurez demográfica observable en otras regiones españolas y europeas. Más personas de 60 y más años que modificarán los escenarios sociales, que conllevarán adaptar la educación, la sanidad, los servicios sociales,..., a las necesidades y expectativas de este segmento de la población creciente. El desafío de Extremadura es además la vertebración territorial, a través de la recomarcalización y la cohesión social con la prestación de servicios públicos de calidad a los municipios rurales y urbanos. 


Consecuentemente, nuestros responsables públicos debieran diseñar y ejecutar planes de desarrollo estratégico que nos equiparen a otras comunidades autónomas en materia de infraestructuras de transporte ferroviario y aeroportuario para superar éste y otros déficit históricos. Quizás quienes están dirigiendo las principales instituciones políticas extremeñas (Junta de Extremadura, Asamblea de Extremadura, Diputación de Cáceres y de Badajoz, ayuntamientos extremeños) debieran guiarse por la transferencia de conocimiento científico de la Universidad de Extremadura, y por la innovación industrial de grandes y pequeñas empresas para retener el talento de jóvenes extremeños y captar otros foráneos. Investigación y desarrollo son elementos claves para posicionarnos en la sociedad del conocimiento, si queremos ser competitivos y vivir con calidad, y aquí tenemos materia gris pero carecemos de infraestructuras adecuadas para su potenciación.    


De ahí, los problemas de la despoblación rural y el decrecimiento vegetativo como caras de la misma moneda en Extremadura, que condicionará nuestro futuro colectivo si no se adoptan las políticas públicas adecuadas para que el éxodo rural y urbano no nos empobrezcan demográficamente. Sería otro déficit con efectos perversos para el desarrollo de la sociedad extremeña. Si no actuamos ahora, mañana será tarde para las futuras generaciones de extremeños que quieren vivir en esta tierra con potencial.

En algunos de tus artículos y ponencias defiendes el Acuerdo Europeo por la Ciudadanía Sénior. ¿En qué consiste este planteamiento? 

balnearioEl denominado “Acuerdo Europeo por la Ciudadanía Sénior” abogaría por la mejora del trato integral de las personas mayores, como extensión de los Derechos Humanos en edades avanzadas, dada la demografía del envejecimiento en Europa, que caracteriza a países como España, que será de los más envejecidos y longevos por la proporción creciente de personas de 65 y más años, y la esperanza de vida al nacer. Estas proyecciones deben ser aprovechadas como oportunidades hoy, para estar preparados proactivamente en la era de la longevidad. 


Ese “Acuerdo Europeo por la Ciudadanía Sénior”, según mi perspectiva, podría basarse en las siguientes 4E:

Primeramente, la estima, como valoración positiva de las cualidades de nuestros mayores, desde el respeto y el reconocimiento social en aras a prevenir la discriminación por edad –el fenómeno del edadismo, como tercera forma de discriminación social en Europa tras el racismo y el sexismo-, desde la autonomía personal y la autoestima como aprecio de uno mismo durante la vejez.

En segundo lugar, la educación, como aprendizaje a lo largo de la vida para satisfacer las necesidades de conocimientos de todos los grupos etarios. Toda persona, en cualquier etapa del ciclo vital, debe disponer de oportunidades de aprendizaje permanentes para adquirir competencias de logro de sus expectativas. Unos adultos mayores competentes y empoderados son clave para el progreso comunitario.

A continuación, la empleabilidad, como aptitudes y actitudes para conseguir un empleo, ampliando su significado social, más allá del sentido economicista, a lo largo del ciclo de vida en relación a los aportes de la ciudadanía sénior a la sostenibilidad de las familias y el bienestar general, no valorado en el PIB por su altruismo e invisibilidad, principalmente de mujeres cuidadoras.

Y por último, y no menos relevante, el entorno, la capacidad de adaptación para construir ciudades amigables para/con la ciudadanía sénior, eliminando las barreras arquitectónicas que limiten su capacidad funcional y de interacción con otras edades y generaciones. Las instituciones deben apoyar iniciativas que faciliten la vida independiente del adulto mayor en su entorno de arraigo.

Como extremeño me agradaría que el gobierno extremeño liderara este posible “Acuerdo Europeo por la Ciudadanía Sénior” en los próximos encuentros con otros mandatarios europeos y españoles, desde una tierra acogedora por sus gentes y entornos de calidad, seguramente desconocida para la mayoría de europeos. Sería una nueva estrategia de sostenibilidad para fijar y atraer población, conocimiento y riqueza en distintos ámbitos de la sociedad extremeña (demográfico, turístico, ecológico, científico,…).

Basándonos por tanto en estos principios, propondrías algunas medidas y políticas concretas para afrontar mejor este reto social.


Lo primero, sería reconociendo el valor social del neologismo “mayorescencia”, que define una nueva etapa de la vida en la que las personas mayores ya no son tan viejos como hace varias décadas en España y resto de Europa. Por tanto, se trataría de mejorar las condiciones de vida de esta cohorte de edad con ciudades más accesibles y sostenibles, sistemas productivos más adaptados al capital humano sénior y flexible a la jubilación, espacios colaborativos intra/intergeneracionales, recursos socio-sanitarios de fomento de la autonomía personal y prevención de la dependencia, etc.


Por otro lado, generando entornos favorables a lo que denomino la “huella generacional”, que pondera el impacto organizativo de los procesos de intercambio de información y conocimiento entre las personas de distintas edades y generaciones que cooperan para la consecución de fines organizacionales. Es decir, personas de varias edades que coexisten e interactúan en espacios públicos o privados significativos, que intercambian experiencias técnicas, procedimentales y actitudinales, y que además se reconocen y valoran como personas productivas, al margen de la edad biográfica. Este es el desafío de múltiples organizaciones sociales, educativas, sanitarias, empresariales, etc. en los tiempos venideros, si pretenden ser más eficaces y eficientes con menores cuantías disponibles de recursos económicos-financieros, pero que potencia su capital humano diverso.


Para ello, la “educación para el envejecimiento” podría elaborarse curricularmente para su impartición desde la Educación Primaria hasta la enseñanza universitaria, además de la educación para adultos mayores, para que aprendamos a envejecer y comprendamos como vivir la vejez en positivo dadas las mayores expectativas de vida anunciadas.


En conclusión, que la nueva vejez se viva de modo satisfactorio como reto social, contribuyendo al bienestar personal, familiar y general a través de la solidaridad intergeneracional. Para ello, las instituciones gubernamentales y la sociedad civil organizada deben establecer alianzas estratégicas para que la sociedad europea sea más inclusiva, sostenible y solidaria frente a los riesgos de la desigualdad y discriminación observados con preocupación en los últimos años.

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