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EL EREBUS Y EL TERROR

18 octubre 2017

En el número 67, correspondiente al verano de 2006, de Frontera, Revista de Caja Badajoz, la veterana publicación que bajo la dirección de José María Pagador...

En el número 67, correspondiente al verano de 2006, de Frontera, Revista de Caja Badajoz, la veterana publicación que bajo la dirección de José María Pagador llevaba en el momento de su desaparición ya treinta años de vida desde aquel su inicial número 0, de octubre de 1986, publicaba el breve análisis de un interesante apartado sobre Grandes exploraciones históricas, centrado en El paso del Noroeste, esa supuesta e imaginada posibilidad buscada desde las primeras décadas del siglo XVI, tratando de encontrar un camino marítimo que por el norte del recién descubierto continente americano llegara hasta China y a la gran necesidad y al gran negocio que las especias asiáticas representaban.

El objetivo era unir vía marítima Europa con Asia, navegando hacia el oeste por el norte y evitando la utilización de la terrible y larguísima meridional ruta del peligroso estrecho de Magallanes. La búsqueda del Paso del Noroeste se convirtió en una fábula ilusionante y en una quimera inalcanzable, se transformó en una obsesión asfixiante y en un ansiado desvelo para osados navegantes y hasta en una deliciosa fantasía de soñadores del futuro.

Fueron navegantes franceses, o italianos al servicio de monarcas franceses, los primeros marinos que buscaban el paso del Noroeste. Y ya en 1524, al poco de haberse concluido el primer viaje de circumnavegación al planeta, fue Giovanni da Verrazzano quien navegando por las costas septentrionales de la fachada atlántica del nuevo continente arribó a la bahía del que sería río Hudson, allí donde se asentará andando el tiempo, Nueva York, que ha homenajeado al descubridor dando su nombre al Puente, el Puente de la Maratón neoyorquina, el Puente Verrazano, que enlaza el distrito de Brooklyn con el de Staten Island.

Y casi de inmediato, ahora un pescador francés, Jacques Cartier, el introductor del maíz en Europa, interesado en la búsqueda del Paso y apoyado por la Corona francesa, navegó más al norte, llegando a la desembocadura del río San Lorenzo, recorriendo su estuario, para en un viaje posterior remontarlo hasta alcanzar el lugar que denominará Mont Royal, el emplazamiento de la actual Montreal.

En el postrero cuarto del siglo XVI se iniciaron las expediciones inglesas y en 1576 Martín Frobisher recorre las costas de Groenlandia y alcanza la insular Tierra de Baffin, llegando hasta los 60º N. Y ya en los años iniciales del siglo XVII, Henry Hudson dio su nombre al río descubierto por Verrazano y navegando hacia el norte, llegó a la bahía que lleva su nombre.

No sólo los fran­ceses y los ingleses buscaron el Paso. Se han destacado las iniciativas españolas, la búsqueda del que los españoles denominaban Estrecho de Anián, relato de Marco Polo sobre una supuesta provincia china llamada Anán. Así, Hernán Cortés encargó en 1539 a Francisco de Ulloa navegar hacia el norte por la costa de California para encontrarlo. Lo mismo hizo en 1542 Juan Rodríguez Cabrillo. Los dos, como tantos otros..., dejaron sus vidas en el intento.

Nada se avanzaba y el Paso del Noroeste no aparecía, de tal forma que otro piloto inglés, ya en la década de 1610, William Baffin, pese a navegar por los 72º N. negó su existencia.

Dos siglos habrían de pasar hasta proyectarse y acometerse nuevos intentos de hallar el Paso del Noroeste, por lo general iniciativas oficiales del Almirantazgo inglés que propicia y promueve las expediciones de John Ross y Edward Parry, Y la encomendada, 1845, a Sir John Franklin. En estos momentos, la sistematización de todas las informaciones recogidas, procedentes de fuentes diver­sas -cazadores, balleneros, tramperos, comercian­tes...- y de otras exploraciones hacían pensar que el descubrimiento del Paso del Noroeste estaba ya al alcance de la mano y ese sería el intento definitivo.

La expedi­ción, al mando de John Franklin, experto marino que además había recorrido la tierra septentrional del continente, dispuso de dos barcos, el Erebus y el Terror, este último al mando del capitán Francis Crozier, ambos con un total de 128 hombres y los últimos avances tecnológicos -motores de vapor, chapas de hierro en las proas, carne enlatada, víveres para tres años, una enorme máquina de vapor para impulsarse a través del hielo…hasta se la equipó con un daguerrotipo, el precursor de las cámaras fotográficas...-, que harían más fácil la consecu­ción del objetivo: el descubrimiento del Paso del Noroeste. La ruta era clara, con sólo unos 500 kilómetros de travesía desconocida. Un plan perfecto del que habría de seguirse un éxito seguro.

Sin embargo, en agosto de 1845, unos barcos balleneros fueron los últimos en cruzarse con ellos, en la entrada del estrecho de Lancáster. Nadie más volvería a verlos. Nada se supo de lo que pasó. Era un enigma. Como tragada por el hielo ártico, la expedición se perdió.

El destino, el paradero de ambos navíos y sus tripulaciones había sido uno de los inexplicables misterios de la historia de los descubrimientos geográficos, un secreto celosamente guardado por los hielos y las aguas del Ártico canadiense. Con unas cada vez más ciertas evidencias de canibalismo entre las tripulaciones y que fue parcialmente desvelado cuando en septiembre de 2014 se hallaron los restos del Erebus.

Y también en septiembre, de 2016, el misterio parece del todo resuelto y arqueólogos canadienses encontraron en un muy aceptable estado de conservación el segundo de los navíos, el Terror, casi intacto en el fondo helado del océano, a poco más de 20 metros de la superficie, descansando sobre su quilla, con sus tres mástiles quebrados pero tumbados sobre la cubierta.

Ambos hallazgos han permitido profundizar en las causas del fracaso y de las muertes de eso hombres que como otros muchos, dieron lo mejor de ellos mismos sus esfuerzos, penalidades padecidas y hasta sus vidas, en ampliar el conocimiento de nuestro planeta.

El Paso del Noroeste. Muchos esfuerzos y vidas perdidas. Fue el noruego Amundsen, quien capitaneaba la modesta expedición que en el verano de 1905 culminaba con éxito la vieja pretensión de navegar por el helado Ártico desde Europa hacia Asia.

El calentamiento global del planeta y el retroceso de la placa de hielo han abierto nuevas posibilidades para el Paso del Noroeste, haciéndolo algo más practicable y permitiendo el paso del Atlántico al Pacífico, de Europa a Asia. Pese al ahorro de distancia y tiempo, la seguridad ausencia de dificultades climáticas y de navegación, imponen la prevalencia de la ruta panameña.

Los hechos, tan sucintamente relatados, son elementos de una epopeya colectiva para conocer y descubrir el planeta. Y en esta búsqueda del Paso del Noroeste, son diversos los móviles que la impulsaron, las razones últimas de los es­fuerzos desplegado.

Así, desde los comienzos de los Tiempos Modernos y hasta llegado el siglo XIX, fue la aper­tura de nuevas rutas comerciales lo que orientó y guió la búsqueda del Paso del Noroeste.

Por esos caprichos del acontecer, al descubrirse, se vio cuan inútil era entonces. Y mucho más, cuando poco más de una década después se abría el Canal de Panamá, la perfecta solución del viejo deseo de navegar desde el Atlántico al Pacífico a través de rutas más cortas y por mares exentos de dificulta­des extremas.

En el siglo XIX se había planteado la búsqueda del Paso del Noroeste con una elevada carga de objetivos científicos: ya no interesaba tanto por los pro­pósitos economicistas y de obtención de benefi­cios comerciales, cuanto por el interés de conocer el propio planeta.

Quizás ahora, en los tiempos que nos han tocado vivir, se registra un nuevo móvil, no sólo del Paso del Noroeste, sino de toda la zona: el interés estratégico, la geopolítica del ¿pasado? enfrentamiento entre el Este y el Oeste, convirtieron a las inhóspitas tierras y a los peligrosos mares del Paso del Noroeste en nuevo centro de atención y de interés.

Lo que quizás sea el origen de una disputa entre EE.UU. y Canadá por la propiedad, la soberanía sobre las aguas del norte canadiense y los derechos sobre el Paso del Noroeste."

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