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ARTE Y CULTURA HISPANA DE NUEVA YORK…EN MADRID

24 abril 2017

He tenido la gran suerte de poder contemplar, y de disfrutar, de una extraordinaria muestra expositiva que desde los primeros días del mes de abril...

He tenido la gran suerte de poder contemplar, y de disfrutar, de una extraordinaria muestra expositiva que desde los primeros días del mes de abril, y hasta el comienzo del inmediato septiembre, se está desarrollando, con el patrocinio de la Fundación de una conocida entidad bancaria, en el madrileño Museo del Prado, en el Edificio Jerónimos, ese nuevo espacio expositivo diseñado por Rafael Moneo que ha permitido atender sus necesidades internas y crear nuevos ámbitos en los que ofrecer la mejora de su servicio al público.
Me estoy refiriendo a la Exposición Tesoros de la Hispanic Society of America. Visiones del mundo hispánico en la que se exponen casi 220 piezas, 220 tesoros del arte y de la historia de la Península Ibérica y de territorios hispanoamericanos, abarcando elementos muy diversos –desde maravillosas muestras de la pintura y de la escultura, obra de los más destacados artistas del mundo hispano de todos los tiempos, a manuscritos y espectaculares muestras de cartografía, pasando por delicadas y escogidas piezas de naturaleza arqueológica y raigambre prehistórica hasta ejemplares de trabajos textiles sin olvidar manifestaciones de distintas artes decorativas- fechados hace más de cuatro mil años a objetos mucho más cercanos a nuestro vivir.
La Hispanic Society of America fue la iniciativa de Archer Milton Huntington, hijo de un multimillonario norteamericano que desde sus años de adolescente mostró un extraordinario interés por lo hispano llegando a despertarse en él una poderosa iniciativa por recolectar, por coleccionar, materiales relacionados con el objeto de su pasión.
Su propósito final comenzó a plasmarse en 1908, momento en que colmó su deseo y hasta su sueño de crear y de organizar un “Museo Español” con la apertura en Nueva York, en la Audubon Terrace, de la Hispanic Society Museum & Library, la institución fundada cuatro años antes.
Así, los esfuerzos de Archer Milton Huntington y sus cuantiosos dispendios, se convertirían en una fabulosa Biblioteca y en un Museo no menos elogiosamente calificable, estructurados para propiciar, fomentar e impulsar el estudio y la investigación sobre el Arte hispano llegando a conseguir piezas y colecciones de importancia excepcional tanto por la cantidad y calidad como por su diversificación temporal. El resultado final fue cierto y seguro. Su iniciativa situó a la Hispanic Society como la primera y más importante poseedora de fondos hispánicos.
Es sorprendente la visión de futuro y de modernidad del fundador de tal forma que, posiblemente, ni dentro del Estado español ni fuera de él, exista institución alguna que pueda mostrar un material tan amplio, rico y diverso sobre el Mundo Hispano. Como lo ha recogido la prensa, sea el director del Museo del Prado o sea el director de la Hispanic Society y comisario de la exposición, se referían a la muestra como “una especie de compendio del Prado, el Arqueológico Nacional, la Biblioteca Nacional y el Museo de América”.
Y parece que la Exposición ofrecida ahora por el Museo del Prado es la más destaca, significativa e importante que la Hispanic Society ha hecho posible fuera de su sede neoyorquina.
Lo expuesto en Madrid es de una importancia, de un interés, de una riqueza, de una belleza que escapa a calificativos. De un atractivo mayúsculo. Y, sobre todo, al margen del disfrute implícito a deambular por los espacios expositivos, la posibilidad de ver en el inmediato y cercano Madrid una corta muestra de los voluminosos fondos de la Hispanic Society que según relatan dispone de más de 18.000 obras de arte, de alrededor de 300.000 volúmenes y 1.500 publicaciones periódicas, con unos 150.000 manuscritos y otros libros anteriores a 1701, de los cuales 250 son incunables.
El resultado es fabuloso. Pero todo se halla “al otro lado del charco”. Por ello, me atrevo a sugerirle, amable lector, no desaproveche la ocasión y visite, pausada y quedamente, interiorizando su belleza y su singularidad, la muestra que se nos ofrece.
La exposición está estructurada con un criterio casi cronológico. La Antigüedad, entendida en un sentido amplio de diversidad geográfica inicia la muestra con piezas arqueológicas originarias de estaciones peninsulares, destacando las espectaculares realizaciones de la cultura campaniforme, ejemplificada en sus vasos, así como trabajos en metal de pueblos celtíberos. Y sin omitir, evidentemente, obras escultóricas de bulto redondo, bellas manifestaciones del arte romano peninsular.
Las manifestaciones artísticas España medieval son de semejante importancia. Y todos los aconteceres políticos y culturales de ese milenio extendido entre los siglos V al XV se desarrollaron en suelo peninsular encuentran su reflejo expositivo en ricas e interesantes piezas, con particular atención al arte hispanomusulmán, ejemplificado en trabajos acometidos en suelo musulmán por artistas musulmanes como de musulmanes residentes en reinos cristianos.
Y conviviendo expositivamente, el arte de los reinos cristianos hispanos. Con realizaciones artísticas fechadas en el siglo XV e inicios del XVI: la presencia y la influencia del gótico internacional en la pintura valenciana de finales del Trecento, o la presencia en Castilla de escultores como Gil de Siloé. Junto a ellos, muestras de orfebrería e hilatura góticas, con un especial destaque al que podría parecer un insignificante conjunto de aldabas, momentos finales del Medievo, elaboradas en metal con adornos de animales y figuras antropomórficas.
La Biblioteca de la Hispanic Society se encuentra más que bien representada en la muestra madrileña. Desde una bellísima y polícroma Biblia hebrea, un manuscrito iluminado sobre vitela, de procedencia hispano-portuguesa de la segunda mitad del siglo XV, a la Biblia sacra iuxta versionem vulgate, pasando por ejemplares procedentes de la compra de bibliotecas de particulares, como la que efectuó, lamentable pérdida para Extremadura, con la adquisición de la del marqués de Jerez de los Caballeros, quizás la mejor de fondo antiguo español después de la Biblioteca Nacional de Madrid. Sin olvidar la curiosidad en la contemplación de un Privilegio signado por Alfonso VII Rey de Castilla y León o cartas de Carlos I de España, V Emperador de Alemania a su hijo, el futuro Felipe II, o la de éste a la reina Isabel I de Inglaterra.
El Siglo de Oro hispano, de modo especial la pintura y sus artistas de renombre y de proyección universal, se encontraron en los objetivos coleccionistas de la institución norteamericana, poseedora de maravillosos trabajos de Murillo, de Velázquez, de nuestros paisanos Luis de Morales y Francisco de Zurbarán, del Greco, de Alonso Cano o de Valdés Leal. Junto a ellos, obras de artistas foráneos que llegaron a ser elementos de intensa significación en la historia de la pintura hispana, como Antonio Moro -representado con un retrato del tercer Duque de Alba- o Rubens. Con ello, un cuadro en gran formato, obra de Sebastián Muñoz, las Exequías de la reina María Luisa de Orleans, esposa de Carlos II.
Tres lienzos de Velázquez se muestran a la atención de los asombrados visitantes. De manera personal me impresionó de gratísima forma un óleo sobre lienzo, un pequeño Retrato de niña, fechado en torno a 1640, un momento crítico y complejo del devenir histórico español, del que había sido directo protagonista otro modelo velazqueño, El Conde Duque de Olivares. El retrato del Cardenal Camillo Astalli, una acabada muestra de análisis de la psicología del personaje es el tercer Velázquez expuesto. Junto a ellos, muestras de orfebrería, cerámica y escultura, representada esta última por recientes incorporaciones a los fondos norteamericanos, como unos Desposorios de santa Catalina de la Roldana o un San Acisclo de Pedro de Mena. Y, amble lector, no dejes de admirar, de disfrutar y de maravillarte en la presencia de El hijo pródigo de Murillo, de Santa Emerenciana de Zurbarán o de La Piedad de El Greco.
Asociada a ese marco cronológico, incentivado por el descubrimiento del Nuevo Mundo, la cartografía constituye una muestra expositiva poco habitual. Así, se ofrece la contemplación de piezas de alto contenido histórico y de profunda significación en cuanto nos coloca ante realidades que representaron cambios fundamentales en los saberes del momento. Como el Mapamundi de Vespucio o los portulanos del área mediterránea.
Junto a ellos, materiales cartográficos procedentes de pueblos precolombinos, como el Mapa de Tequaltiche.
Las nuevas realidades emergentes en la globalidad americana se integran en las interesantes manifestaciones del arte colonial, destacando las obras de las artes decorativas y los resultados de los cambios que en el siglo XVIII americano el reformismo borbónico, la Ilustración y los grupos rectores criollos aportaban. Y los procesos emancipadores del XIX: pinturas de castas, instauración de Academias de la mano de artistas peninsulares, la ciudadanía criolla y la Independencia.
La exposición llega así a los finales del Antiguo Régimen presentándonos un maravilloso trabajo, óleo sobre lienzo, de Goya, La Duquesa de Alba, ejecutado en los finales del siglo XVIII, que con su amplio vestido oscuro y su limpia faz parece arropar las bellísimas manifestaciones de las lozas y porcelanas producidas en las borbónicas manufacturas reales de Alcora y del Buen Retiro. O los vidrios de La Granja.
La España más moderna, el hispanismo de los tiempos contemporáneos, atrajo de idéntica manera las atenciones y las búsquedas del creador de la Hispanic Society, quien, además de obras de artistas ya desaparecidos –Madrazo, Fortuny,…- compró obras de artistas vivos que trataban de captar paisajes y tipos humanos españoles. Y encargó expresamente a su amigo Joaquín Sorolla, su Visión de España, expuestas en 2009 en el Prado pero no ahora. Con todo, la pintura de su amigo está notablemente presente por medio de un conjunto de retratos de pensadores españoles del XIX y del XX
Y obras nunca expuestas con anterioridad, como los relicarios de Santa Marta y Santa María Magdalena, la magistral aportación de Juan de Juni o poco conocidas, como la Efigie de Mencía Enríquez de Toledo, de Gil de Siloé o una talla policromada de San Martín del siglo XV o el grupo de madera policromada, vidrio y metal las Postrimerías del hombre, atribuido al escultor indígena del siglo XVIII ecuatoriano Manuel Chili, Caspicara.
Concluyo. Más, mucho más, podría escribirse del conjunto expositivo, de muchas de sus espectaculares piezas mostradas a la consideración del público español, de las personales impresiones y sensaciones que en el tiempo de visita pude registrar.
Pero hay realidades, percepciones y sentimientos de imposible transmisión, sea oral o escrita. Por ello, lector amigo, interioriza el mensaje fundamental que me atrevo y deseo transmitirte: viaja hasta el Museo del Prado, disfruta y visita la Exposición Tesoros de la Hispanic Society of America. Visiones del mundo hispánico. Es una maravillosa muestra de Arte y cultura hispana de Nueva York…en Madrid.

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