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ANGRA DO HEROÍSMO Y PONTA DELGADA (I)

05 julio 2016

He tenido la fortuna de poder visitar uno de los archipiélagos ibéricos del océano Atlántico...

He tenido la fortuna de poder visitar uno de los archipiélagos ibéricos del océano Atlántico, de ese mar océano que nuestros ancestros, españoles y portugueses, portugueses y españoles, que tanto da, recorrían allá por los tiempo finales del Medievo y los comienzos de los Modernos, en intrépidos viajes surcando rutas vírgenes para el hombre europeo, ensanchando el espacio de tránsito cotidiano en busca de lo desconocido, por ese afán de aventuras que ha movido a la humanidad; en busca, según unos, de evangelizar a nuevas poblaciones; para encontrar riquezas, nos dicen otros mientras que unos terceros hablan, posiblemente con mayores razones, de la huida de la pobreza como el móvil primario que impulsaron los viajes de los pueblos ibéricos a través de una épica odisea.

Además de nuestras Islas Afortunadas, otros dos de esos archipiélagos atlánticos se encuentran bajo la bandera de sus medievales navegantes portugueses, ya que el descubrimiento de las Azores, al igual que el de Madeira y las islas de Cabo Verde –la actual República de Cabo Verde-, fue un proceso expansivo acometido bajo la dirección de la Dinastía de Avís, como resultado de las iniciativas del principal impulsor de los descubrimientos oceánicos, el Infante Don Henrique el Navegante, tercer hijo de João I, creador en Sagres una Escuela de Náutica.

He visitado, con un grupo de amigos, integrantes de una Asociación Cultural, de la que habría de hablar en algún momentodos de las nueve islas del archipiélago azoriano, situado en pleno Océano Atlántico, a más de 1.500 kilómetros al oeste de Lisboa, la Isla de São Miguel y la Isla Terceira, tomando como base de la breve estancia en cada una de ellas sus respectivas capitales, sus ciudades más pobladas: Ponta Delgada y Angra do Heroismo.

Se llega a Angra a través del aeropuerto de la Base Militar de Lages, si, aquel lugar en el que, allá por el 2003, cuatro máximos responsables de nuestros destinos llegaron a la conclusión de que había que hacer desaparecer todas las armas de destrucción masiva que se encontraban en poder de un perverso y malévolo dictador que amenazaba el futuro inmediato de la Humanidad.

Pero olvidemos hechos de poco grato recuerdo. Las armas, desaparecieron. Claro que desaparecieron,...tan es así que nunca llegaron a aparecer. Más grato, bastante más atrayente e ilusionante, es deleitarnos con una ciudad Patrimonio de la Humanidad. Angra do Heroísmo, nombre originado por la bahía sobre la que se sitúa (angra significa bahía) y su apellido de Heroísmo, otorgado por la reina María II, quien la premió con el calificativos por su toma de partido en favor de los liberales, durante las guerras civiles de finales de la década de 1830.

Una pequeña y recoleta ciudad, no por ello exenta de bulla y de bulicio, de poco más de 35.000 habitantes, uno de esos emplazamientos todavía domeñables por el residente en ella y por el visitante que recorre sus calles principales, datadas en el siglo XVI, y que te llevan al puerto que nos conduce a imaginarlo allá por esos siglos pretéritos. A intuir la vida desarrollándose en los dos fuertes que delimitan esa zona portuaria. El fuerte de San Sebastián, de finales del siglo XVI y el posterior de San Juan Bautista, llamado antes de San Felipe, por ser levantado en el reinado de Felipe II –de España- Filipe I –de Portugal- quien a partir de 1580 fue proclamado Rey de Portugal. 

La ciudad está bien provista de edificaciones religiosas y  civiles, destacando los conventos de San Francisco, el de Nuestra Señora de la Concepción, el denominado Palacio Bettencourt o el viejo palacio episcopal. En el antiguo Convento de San Francisco se ubica un Museo de la historia, de la historia de la ciudad y la isla tanto en  mismas como en su relación con las restantes islas del archipiélago y con el mundo portugués. Ese es el hilo conductor de las cuatro secciones que presentan el descubrimiento de las islas, el papel esencial de Angra en el archipiélago, la evolución de la vida social en los últimos tiempos y la época contemporánea.

La llamada Praça Velha parece constituir el esencial centro neurálgico de la ciudad, donde nacen calles peatonales salpicadas de apetitosa tiendas, como las de la rua da Palha y sus calles paralelas, o inquiriendo por una peligrosa pastelería para probar las tradicionales, y engordantes tortas de Dona Améliaesa delicia de pastel, reunión amorosa de la miel de caña y de la canela con corintos y cidras. Los coscorõescornucopiascon sus rellenos de dulce de yema o el arroz con leche contribuirán, eso , muy gustosamente, a incrementar nuestro volumen.

Y qué decir de la alcatrade carne de vaca o de pescado. Un plato enrecipiente de barro, con una deliciosa salsa acompañada pan o massa sobada”, de agradable sabor dulce. Y todo ello acompañado de un vino, de un vino azoriano en cualquiera de sus ricas variedades. Y me aconsejaron, gentil recomendación, visitar el Museu do Vinho de Biscoitos, para conoce las formas de su elaboración, para ver sus vetustas herramientos, sus barriles, su bodega, y…para saborearlo,…que tampoco es tiempo perdido ni tarea desagradable.

Por el contrario el Parque Botánico do Duque da Terceira, salpicado de  palmeras y de magnolios y de especies exóticas se constituye como un buen espacio para un relajante descanso.

De profunda originalidad son los denominados “Imperios”, productos de una antigua tradición azoriana del culto al Espíritu Santo, especialmente destacado en la Isla de Terceira.

"Imperio do Espírito Santo", es el nombre dado a unas capillas muy decoradas, con los vanos protegidos por coloridas y hasta barrocas vidrieras y por lo general rematados por la corona imperial, que cada pueblo y cada barriosuele poseer. Suelen haberse levantado a lo largo del siglo XIX o en los comienzos del  XX.

Ahora, son conservados por Asociaciones o Hermandades, encargadas de es organizar las fiestas, con el viejo ritual de los pretéritos tiempos iniciales de la ocupación de la tierra, en los que se invocaba al Espíritu Santo ante todo tipo de dificultades.

Es lo único que perduraCon todo, esas fiestas del Espíritu Santoconservan un claro sabor medieval. La función caritativa se ha perdido, manteniéndose la fiesta gastronómica para concluir con una tradicional tourada à corda en las que los novillos, a veces ya bien creciditos, serán soltados por las calles bajo el cuidado de los pastores, camisas blancas y sombreros negros, quienes intentarán controlarlos con la cuerda que los controla, o tratan de hacerlo.

Otras experiencias y otros paisajes quedan fuera de mi agradable pero corto viaje por la isla Terceira, que recomiendo al amable lector.

No en el olvido quedan mis impresiones sobre la Isla de São Miguel. Sus peculiaridades paisajísticas y su profundo sello volcánico merecen ser contadas. E intentaré hacerlo. Ambos destinos son otro Portugal, en el Portugal de siempre.

 

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