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Los de Atrás

13 enero 2014

Mercedes es una cocinera con más de ocho años de experiencia. Trabaja en un restaurante de un bar próximo a la autovía de Madrid.

Mercedes es una cocinera con más de ocho años de experiencia. Trabaja en un restaurante de un bar próximo a la autovía de Madrid. A mediados de diciembre le comunicaron su despido por causas económicas que entra en vigor el mismo día que el negocio se traspasa. El 1 de enero entra un nuevo empresario que la quiere como trabajadora pero sin antigüedad y con la categoría de pinche de cocina.

Juan era un trabajador autónomo. En 2011 contrató un empleado por el que solicitó una subvención a la Junta de Extremadura. Le concedieron 4.500 euros que le hicieron efectivos en 2012. La cosa no fue bien y tuvo que despedir al trabajador y devolver parte de la subvención. También en 2011 Pablo su hijo mayor, y gracias a una beca, comenzó a estudiar en Cáceres un grado universitario cuyo primer curso logró sacar limpio. Este año está estudiando el segundo año, pero desde el Ministerio le han denegado cualquier ayuda pese a cumplir todos los requisitos académicos y económicos porque la subvención es una ganancia patrimonial que supera los 1.700 euros máximos establecidos en la normativa. En este momento no sabe si podrá seguir estudiando porque ahora su padre está en paro.

María y Emilio son un matrimonio que supera la cincuentena. Los dos son parados de larga duración. Él percibe el subsidio por desempleo para mayores de 55 años de 426 euros al mes. Ella estuvo trabajando a media jornada pero ha agotado todas las prestaciones. Su máxima preocupación no es la subida de la luz ni llegar a fin de mes sino su hijo Jaime que se ha marchado a Chile a buscarse la vida.

Antonio era un empresario que consiguió un pequeño patrimonio inmobiliario en los años de la bonanza económica al calor de la burbuja de la construcción. Tuvo un accidente y después de tres años sin ingresos, sus naves en venta le suponen una carga insoportable que le impide acceder a cualquier tipo de ayuda asistencial para mantener a sus hijos.

Amparo es viuda y tiene 80 años, hace uno tuvo un síncope a consecuencia del cual le colocaron un marcapasos y ha visto muy disminuidas sus funciones vitales y motoras. Hace un año pidió el reconocimiento de la prestación por dependencia. Pasó el examen de la trabajadora social, le reconocieron un Grado I pero le contestaron que hasta el 1 de julio de 2015 no estaba previsto el inicio del abono desu prestación. Ignora si, al final, como dice ella, vivirá para contarlo.

Luciano era jefe de obra civil con una amplia trayectoria en algunas de las grandes obras que se desarrollaron en la región en los últimos años. Su dedicación era tal que acudía a trabajar a pesar de estar enfermo. De resultas de ello sufrió una pulmonía a la que no de dedicó el tiempo de cura que merecía y ahora padece severas dificultades respiratorias. No ha pasado aún por el tribunal médico pero es consciente de que a sus 54 años lo tiene muy complicado para volver al mercado laboral, especialmente si se compara con su sobrino Carlos que con 30 años y dos carreras universitarias aún no ha logrado trabajar.

Alejandro es graduado social. Trabajaba en una consultoría hasta abril de 2012. Le despidieron junto con otros compañeros mediante un ERE por causas económicas. Tras 18 meses cobrando paro y sin haber encontrado otro empleo ha decidido volver a poner en cultivo las tierras que su padre jubilado ya no trabajaba.

Eva es autónoma con un pequeño comercio de proximidad desde hace 25 años. Su padre Manuel con una edad avanzada lleva ingresado varias semanas en un hospital extremeño por lo que junto con sus hermanos pasa jornadas enteras en el mismo. No es que la tele de la habitación no funcione, es que muchos días ve al personal de enfermería desbordado. Lo más grave es que un día constató como un vendaje y la cura correspondiente que había que hacerle a su padre cada 48 horas llevaba cuatro días sin practicarse.

Julia y Rafael son un matrimonio de periodistas que se afincaron en Mérida a principios de la década pasada gracias a la puesta en marcha de la radio y la televisión autonómica. Aquí compraron su vivienda y aquí nacieron sus dos hijos. La primera en quedarse en paro fue Julia por los sucesivos recortes, luego el cierre de la productora para la que trabajaba Rafael los dejó sobreviviendo con el desempleo. Después de dos años con ingresos muy esporádicos han puesto su piso en venta y decidido poner rumbo a Madrid donde esperan encontrar más salidas laborales.

Estas pequeñas historias de todos los días de ciudadanos extremeños son reales, aunque con cambios en las identidades para preservar su intimidad. Son protagonistas, como otros cientos de miles de episodios poco gratificantes, de una situación económica y social degradada, de una sociedad que no funciona como debiera.

A ellos en el 2013 no les ha ido bien. Ellos no se han visto representados en esos discursos de fin de año de mera fachada que hablan de recuperación y de fin de la crisis, de cifras pero no de personas. Ya no hacen caso de tantas palabras huecas cuando el día a día es lo suficientemente duro. Ellos desdeñan tanto oportunismo político y tanta falacia. Afrontan 2014 sin esperanzas ni ilusión, sólo como una cuestión de supervivencia. Necesitan ya respuestas y oportunidades para recuperar su trabajo, su familia y su dignidad, algo que su tierra les está negando.

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