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Trabajo Degradado

19 noviembre 2013

Según el Gobierno, mejora la competitividad en España, y objetivamente las estadísticas lo corroboran.

Según el Gobierno, mejora la competitividad en España, y objetivamente las estadísticas lo corroboran. El origen de este “logro” hay que buscarlo en dos factores. Por un lado, la destrucción de empleo y, por otro, el descenso de los salarios tanto en términos reales como en su participación en la renta nacional. Ha mejorado la productividad a costa de aumentar la cifra de las personas desempleadas y de que las que perciben un salario vivan peor.

El 40,5% de los trabajadores ocupados extremeños, según el INE, cobró en 2012 un salario bruto inferior a 1.261 euros brutos, siendo este porcentaje el mayor del conjunto de Comunidades Autónomas. De ellos el 11,4%, esto es, 30.200 extremeños cobran menos de 652,40 euros al mes. Es decir, si por salarios bajos fuera seríamos la región más competitiva de España.

Esta misma estadística del INE muestra cómo si se comparan los salarios entre 2012 y 2011 se concentran las rebajas salariales en los tramos más bajos de salarios, el 10% de trabajadores peor remunerados ganó un 8,16% menos. La devaluación salarial se ceba con los trabajadores con menos ingresos.

En las próximas semanas toca que el Gobierno decida sobre la actualización de las cuantías para 2014 del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) y del Indicador Público de Rentas Múltiples (IPREM). Desde 2010 estos indicadores han perdido varios puntos porcentuales de poder adquisitivo. La Carta Social Europea suscrita por nuestro país plantea que el SMI debe mejorar hasta lograr el 60% del salario medio neto de cada nación, pero no hay voluntad de cumplirla.

No se trata de un tema baladí. Como indican las cifras anteriores,son índices de referencia que tienen actualmente una gran relevancia para un segmento de población que la crisis y las sucesivas reformas laborales han contribuido a engrandecer.

En economía no hay nada sencillo. La devaluación interna que algunos ven como la única salida posible de la crisis está teniendo importantes consecuencias en todos los órdenes al aumentar los perceptores de salarios mínimos, provocando un deterioro significativo en la capacidad adquisitiva de las rentas del trabajo y, en definitiva, en la calidad del empleo y el nivel de vida de gran parte de la población extremeña, que impide la recuperación de la demanda y de la actividad económica.

Tampoco es ajeno al recorte de salarios el riesgo a una potencial deflación de los precios que el IPC mostraba esta semana (-0,3% interanual).Y, por supuesto, menores salarios implican más poder político para los empresarios, suponen cotizaciones sociales inferiores y, por ende, menor recaudación y más dificultades para mantener en pie el edificio social del Estado y sus políticas redistributivas.

Por otro lado, el inmenso caudal de desempleo provoca una visión diabólica del empleado como privilegiado por tener un puesto de trabajo. Pasó con los funcionarios y ahora se traslada a cualquier asalariado. Por estar ocupado se tiene que aceptar sin rechistar cualquier modificación de las condiciones laborales. Se tienen que acatar rebajas salariales, cambios de jornada o de lugar de trabajo, incluso despidos improcedentes. Por tener trabajo hay que tragar con todo.

La macroeconomía afirma que con menos cuantía en los salarios, habrá más competitividad entre España y otros países y así se refleja en nuestras exportaciones. Se olvidan interesadamente de que más exportaciones, que aportan el 20% al PIB nacional, no se traducen automáticamente en más empleo. Y que, en todo caso, la devaluación salarial ha ido acompañada de una brutal desvalorización paralela de la calidad de la contratación en la que ahora reinan la precariedad y la temporalidad.

Por lo tanto debemos contraponer la mejora a corto plazo de la productividad y la competitividad exclusivamente logradas por la caída de salarios, frente a una crisis de demanda, la renuncia al crecimiento interno, una mayor desigualdad y pobreza, la emigración de nuestros talentos, el subempleo o el descenso en la base reguladora de las pensiones.

La apuesta está clara para aquellos que consideran que el único coste variable de nuestros productos es el factor trabajo. Competir hacia abajo tiene un recorrido muy corto porque siempre habrá alguien que lo haga más barato. ¿Estamos condenados a ser la mano de obra barata de Europa?, Desde mi punto de vista por este camino estamos sacrificando nuestra calidad de vida y nuestro futuro.

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