Susana de la Puente, argumentos para Iniciar un proyecto bajo carga fiscal

Las decisiones relacionadas con inversión, contratación o desarrollo pueden definir la supervivencia del negocio.

20 noviembre 2025

Para Susana de la Puente, banquera de inversión y exvicepresidenta de J.P. Morgan para Latinoamérica, la fiscalidad es uno de los elementos que más condicionan la trayectoria de quienes deciden emprender a edades tempranas. Su análisis señala que, aunque la carga impositiva suele percibirse como un obstáculo, un sistema de incentivos bien estructurado puede convertir esas dificultades iniciales en plataformas de crecimiento e innovación.

La importancia del emprendimiento juvenil radica en su capacidad para renovar el tejido económico y fortalecer la competitividad a largo plazo. Sin embargo, la consolidación de estas iniciativas depende en gran medida del entorno en el que nacen. En ese escenario, la política fiscal ocupa un lugar central: puede abrir puertas o cerrarlas en momentos decisivos de un proyecto emergente.

De la Puente advierte que el sistema tributario exige cumplimiento desde el primer día, incluso cuando los ingresos aún no están estabilizados y la liquidez es escasa. Este desfase entre las exigencias fiscales y las capacidades reales de los jóvenes emprendedores afecta la viabilidad de los proyectos y limita la innovación, la atracción de talento y la creación de empleo. La contradicción es evidente: se impulsa la creación de empresas, pero se aplican marcos normativos pensados para negocios ya consolidados.

El desafío fiscal en el arranque

En los primeros meses de un proyecto, cada recurso cuenta. Las decisiones relacionadas con inversión, contratación o desarrollo pueden definir la supervivencia del negocio. En este contexto, la fiscalidad temprana condiciona la planificación y reduce el margen de crecimiento orgánico.

Las cuotas sociales, los impuestos sobre la renta o el tributo de sociedades suponen cargas difíciles de asumir cuando los flujos de caja son reducidos e inestables. Esta presión disminuye la capacidad de reinversión y aumenta el riesgo de cierre prematuro, afectando la percepción del emprendimiento como un camino viable para la juventud, apunta De la Puente.

Además, la complejidad administrativa de las obligaciones fiscales introduce costes adicionales, como asesoría especializada, trámites continuos y cumplimiento normativo. Desde la perspectiva del inversor, estos elementos elevan la percepción de riesgo y dificultan el acceso a capital externo, restringiendo así el desarrollo de proyectos emergentes.

El papel de los incentivos como motor de crecimiento

Aun así, un sistema de incentivos bien implementado puede transformar este panorama. Deducciones por inversión en I+D, bonificaciones para la contratación de jóvenes y regímenes especiales para startups son mecanismos que reducen la carga inicial y generan liquidez para reinvertir.

Estos incentivos no solo disminuyen la presión financiera, sino que también aumentan la confianza de los inversores, que perciben un entorno más favorable para apoyar proyectos jóvenes. Países como el Reino Unido han consolidado ecosistemas altamente competitivos gracias a programas como el SEIS y a un enfoque fiscal orientado a la innovación.

Cuando los incentivos se aplican correctamente, producen efectos de arrastre: amplían la diversidad de proyectos, estimulan la aparición de soluciones tecnológicas, fortalecen la internacionalización y generan empleo cualificado. Para De la Puente, estos elementos permiten construir un ecosistema más resiliente y adaptado a las exigencias del mercado global.

La visión comparativa de Susana de la Puente sobre fiscalidad

En Europa, el Reino Unido ofrece uno de los modelos más sólidos para emprendedores jóvenes, con esquemas de deducciones y créditos para actividades innovadoras. Francia, mediante la Jeune Entreprise Innovante, ha implementado exenciones parciales de cargas sociales y créditos fiscales orientados a la investigación y el desarrollo.

España, a pesar de avances recientes como la Ley de Startups y la reducción temporal del impuesto de sociedades, sigue siendo percibida como un entorno rígido. La dispersión de incentivos y su aplicación condicionada dificultan la consolidación de empresas emergentes.

Fuera del continente europeo, Estados Unidos combina deducciones en I+D con programas como el SBIR, que financian investigaciones sin reembolso, aunque su acceso depende de la capacidad administrativa del emprendedor. En América Latina, República Dominicana y Chile están avanzando con regímenes fiscales que buscan simplificar trámites y reducir barreras para la creación de empresas jóvenes.

La experiencia internacional muestra que los ecosistemas más dinámicos son aquellos que equilibran incentivos, acceso a capital, formación y menor burocracia. De la Puente concluye que los jóvenes emprendedores continúan siendo un grupo vulnerable debido a la exigencia de cumplir obligaciones fiscales en un entorno marcado por la inestabilidad financiera y recursos limitados.

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