30 agosto 2018
Las chanclas o flip-flops (inglés) son la señal que indica el comienzo del verano y, con las altas temperaturas, es difícil resistir la tentación de ponérselas. Para combatir el calor y por razones de estética, optamos por utilizar calzado que nos permite llevar los pies frescos y al descubierto. Las chanclas se han venido utilizando a lo largo de la historia y desde tiempos inmemorables. En la cultura japonesa, por ejemplo, los zori eran el único tipo de calzado que se utilizaba hasta la introducción de los zapatos, con la llegada de la cultura occidental al país asiático a partir de la Segunda Guerra Mundial. Cuando realmente las chanclas empezaron a marcar tendencia fue en los años 50, cuando el tobillo y el talón de la mujer eran considerados particularmente atractivos y sensuales.
Estas sandalias sin sujeción en la parte posterior del pie pueden parecer inofensivas y hasta liberadoras, pero lo cierto es que podemos acabar pagando un alto precio en salud por utilizarlas más allá de temporalmente en la ducha o cuando acudimos a la playa, a la piscina o al spa. Las chanclas no han sido diseñadas para caminar distancias largas o para proporcionar al pie el soporte necesario para aguantar largos periodos de tiempo de pie.
¿Sabías que el uso de chanclas durante la conducción puede ser la causa de pérdida de control de vehículo y, por lo tanto, es sancionable? Por falta de adherencia al pie, la chancla se puede enganchar bajo los pedales del coche, causar pérdida de control del automóvil y posiblemente un fatídico accidente. Además, debido a los materiales plásticos utilizados para su fabricación y la exposición a la polución y suciedad que hay en el suelo, propiciamos el contacto de nuestra piel y uñas con un sinfín de bacterias que pueden desembocar en infecciones cutáneas como el pie de atleta u hongos en las uñas, que pueden ser difíciles de erradicar.
Hoy en día, la estética prevalece ante todo y, en algunos casos, sacrificamos la salud al poner por encima cualquier tendencia de moda. Por suerte, ahora podemos ir a la última en calzado y, además, preservar la salud de nuestro aparato locomotor. Las zapatillas, las bambas o las deportivas deben formar parte de nuestro armario zapatero si, además de ir a la moda, queremos cuidar nuestros pies, piernas, caderas y espalda. La función del calzado es proteger y dar soporte a los pies para un buen funcionamiento de nuestro esqueleto. Los pies son el segundo corazón y, por lo tanto, debemos cuidarlos con el mismo esmero que cuidamos al primero. ¿Sabías que tenemos 26 huesos, 33 articulaciones, 107 ligamentos y 19 músculos y tendones en cada pie? Los pies están diseñados para durar, pero si al desgaste natural le añadimos el uso de calzado inapropiado, podemos producirnos una variedad de problemas, desde juanetes, dolores en los talones y espinillas hasta trastornos esqueléticos y neurológicos más debilitantes.
Todo esto no quiere decir que tengamos que ponernos las zapatillas hasta cuando queramos lucir nuestro traje de noche preferido. No; simplemente hemos de tener en cuenta, a la hora de elegir nuestro calzado diario, la función y el tipo de ejercicio que vamos a desarrollar con nuestros pies ese día y, así, proporcionarles el calzado más adecuado para cada ocasión, previniendo futuros problemas de salud y disminuyendo la fatiga corporal al final del día.
¿No estás seguro de qué tipo de deportivas te quedan mejor? Prueba páginas agregadoras de moda para ver miles de marcas en un sólo lugar. Aquí tienes algunas de nuestras favoritas:
