Desde su vuelta a Castilla, el Cid no descansó ni un solo día, Alfonso le había hecho regresar con un solo cometido, ayudarle a poner freno a la epidemia almorávide que amenazaba a los reinos cristianos...
Cuándo Alfonso VI envió al Cid al destierro no lo hizo de buena gana, y bien sabe Dios que aquel acto pesaría en la conciencia del monarca hasta el día de su muerte...