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REPÚBLICA

20 abril 2014

Tratamos en este artículo de hacer una descripción de lo que supone la República como sistema de gobierno, estableciendo algunas comparaciones con la situación política actual

REPÚBLICA

Este sábado 12 de abril, se cumplió el aniversario de las elecciones municipales que abrieron paso a la proclamación de la II República un par de días después. No es un tema baladí que lo recordemos, ya que estamos asistiendo en los últimos tiempos a un nuevo intento de tergiversar la Historia. Algo que sucede cuando se presta más atención a algunos presuntos comunicadores que a los historiadores. Quizás porque la relevancia de las noticias nos haya hecho acostumbrarnos a que se asienten en el escándalo o que simple y llanamente se desvíe la atención sobre las evidencias científicas para intentar que prevalezcan las opiniones.

Digo todo esto, porque la II República, cuyo advenimiento fue el resultado fundamentalmente del deterioro del sistema de gobierno monárquico, muy alejado de la democracia y de un régimen parlamentario que impulsaron los nuevos legisladores, tuvo un antecedente brillante, nada sangriento (como estábamos acostumbrados a los cambios en la España del siglo XIX) y festivo con la celebración de unos comicios municipales, no exentos de vicios, sobre todo en las zonas rurales donde predominaba el control caciquil y clientelar.

Tras el veredicto de las urnas y en medio de una Jornada festiva se proclama la II República que es ni más ni menos que un nuevo sistema de gobierno, donde frente al privilegio del nacimiento se imponía la igualdad en la oportunidad de optar a la Jefatura del Estado. Sin embargo, lo más importante no fue eso, sino el adjetivo: el carácter democrático y parlamentario que tuvo como consecuencia la celebración de 3 elecciones generales.

En este punto quisiera detenerme brevemente para volver a insistir en desmontar el tópico que identifica la República con radicalidad, extremismo y violencia, dado que buena parte de su singladura estuvo gobernada por las derechas. En el pleno uso y disfrute del sufragio.

Fueron las elecciones de 1933 que dieron el triunfo a los sectores más moderados del espectro y que a juicio de muchos analistas contribuyeron a desmontar la mayor parte de los avances conseguidos en el bienio anterior. Algo parecido a lo que sucede en la actualidad con el Partido Popular en el Gobierno. Tras años de lucha por la consecución de derechos y libertades, se asistía y ahora se asiste, a una contrarreforma cuya principal misión es que se olvide todo lo que huela a progresismo. Incluso en Extremadura se ha querido reinventar en los últimos años la Historia, cambiando logos, nombres de instituciones, colores identificativos...

En 1933 tuvimos el denominado “bienio negro” donde la contrarreforma agraria, la paralización de las obras públicas, el retroceso en los avances en la educación, la vuelta atrás en la separación de la Iglesia y el Estado propia de un Estado moderno, el incremento del paro.... fueron las señas de identidad del Gobierno. Música muy parecida a la actual. Las elecciones de febrero de 1936 supusieron la vuelta de la ilusión. Tristemente no cuajó porque el contexto de la época lo echó abajo con un golpe de Estado (afortunadamente algo alejado de la realidad de la España del siglo XXI). Reivindiquemos una República innovadora, democrática, parlamentaria... y donde la alternancia, la pluralidad y la diversidad sean síntomas de normalidad.

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