Voy conociendo a mucha gente que me traslada su decisión ( a veces obligación) de jubilarse. Son mayoritariamente personas que han mantenido una vida tremendamente activa y que, en buena parte de los casos, se mantienen en una excepcional forma, tanto física como mental.
Algunos te trasladan sus primeras intenciones en estos momentos de paso a una nueva actividad. Y digo bien, una nueva actividad, porque, tras escucharles unos minutos, te despliegan una inmensa batería de acciones, que posiblemente dejarían sin fuerzas a muchos otros más jóvenes.
En efecto, se suele abrir un amplio panorama para poner en marcha o profundizar en iniciativas que anteriormente, ya sea por obligaciones laborales, ya sea por multitud de otras prioridades, se iban dejando para otro momento.
Sin embargo, hoy pretendía fundamentalmente hablar de las ideas. Cierto es, que algunos de los que han mantenido un protagonismo en la defensa o en el impulso de actuaciones relacionadas, bien con la ideología que habían mantenido durante muchas décadas, bien con las ideas relacionadas con ésta, muestran un deseo de buscar otro tipo de objetivos.
Pero, no lo es menos, que cada vez es más frecuente, coincidir con individuos que se mantienen más que firmes, militantes, en la consecución de las líneas que han guiado sus vidas.
Por eso, creo que nadie debería jubilarse de sus ideas. Pasa el tiempo, tenemos otros compromisos, incluso conocemos a otros tipos de personas muy diferentes a las que habitualmente nos rodean. Y la añoranza por evaluar los cambios acontecidos con nuestras aportaciones nos vuelven a llenar de optimismo en unos casos, de esperanza en otros y en muchas ocasiones de ganas por pelear, por luchar e intentar llevar a cabo los propósitos que completan los esquemas mentales que han predominado en los debates mantenidos.
También es cierto que han aumentado los segmentos de población que, ya sea por voluntad propia, ya sea por exigencias de sus empresas, pasan a esta nueva etapa quizás antes de lo previsto.
A ello se le suma, no solo el aumento de la esperanza de vida, sino fundamentalmente su calidad. De esta forma, tenemos ante nuestros ojos un elevado número de personas con un amplio horizonte para hacer cosas o contribuir a que otros las mejoren. Así, sí que no se pueden jubilar las ideas.