Por eso causa estupor que desde el PP se den muestras de vergüenza hacia sus propias siglas proclamando que su única ideología es Extremadura. Clamando por el fin de las diferencias entre la izquierda y la derecha. Renegando de sus orígenes y sobre todo de su corta y, a su juicio, inapropiada historia.
No contentos con ello les ha dado, como síntoma de diferenciación, por la estrategia de la confrontación. No les quieren en Cataluña donde insiste en abundar en el atropello de las diferencias en lugar de buscar puntos de encuentro.
No les importa ridiculizar a los andaluces. Más allá del estereotipo forzado del susodicho vídeo, prefieren mantener en lugar de enmendar, pese a que, desde su presunta propia casa, les hayan rogado unas mínimas disculpas.
Pero lo más grave del asunto es que, siendo consciente del desastre nacional al que nos ha abocado la derecha desde el Gobierno en Madrid, han preferido que Monago se arrogue el papel, que tanto le hace sonreír, de “barón rojo” o de verso suelto, para como el apóstol Pedro, negar a su propio referente. No tres, sino infinidad de veces.
De esta manera se produce por un lado una traición a su propio electorado al incumplir de forma flagrante las líneas directrices de su Programa electoral al igual que deja tirados a los que le sostienen en el conjunto de España, dando muestras de una insolidaridad entre los más próximos.
Alejado, como estoy de los planteamientos ideológicos de la derecha, cuesta creer qué pretenden hacer en nuestra tierra: ¿ lo que piden desde el resto de España o lo que pregona en las tribunas regionales?
Quizás la respuesta esté en que ha tenido 4 años de incertidumbre, de miedo al presente, de pánico al futuro. Siempre en la cuerda floja pendiente de alguna sorpresa de última hora. Ha sido esa la razón por la que ha tenido que ponerse a diario el traje del populismo y la demagogia. Hacerse un nombre.
Ahora busca recuperar el tarro de las esencias conservadoras. Pasar cuanto antes el cáliz del 24 de mayo.