22 julio 2020
Antes que nada, conviene afirmar que la cultura organizacional es el conjunto de valores que llevan a quienes ejercen el liderazgo en las empresas, a actuar de una u otra forma, siendo lo tradicional en España que los equipos directivos de las empresas tuvieran una cultura jerárquica fruto de la relativa estabilidad que había caracterizado a nuestra economía a lo largo del siglo XX.
No obstante, el presente siglo y los avances tecnológicos a los que hemos asistido, han motivado que la cultura organizacional en el país se haya ido modificando y adaptándose a los nuevos retos que han ido apareciendo a consecuencia de la fluidez que caracteriza al modelo económico actual, en el que los periodos de cambio son cada vez más frecuentes, y los de estabilidad más cortos.
Así, los modelos culturales convencionales, que se enfocaban hacia la satisfacción de las necesidades básicas (supervivencia, pertenencia y autoestima) de quienes ejercían el poder empresarial, han ido dejando paso a otros mucho más dinámicos, en los que el “yo” ha sido sustituido por el “nosotros” y el liderazgo se ejerce de una forma mucho más compartida de lo que venía haciéndose de forma tradicional.
Es decir, que de lo que se trata es de una auténtica puesta en valor de las distintas habilidades que tienen los componentes de los equipos directivos, de manera que se traduce en unas estructuras organizacionales mucho más horizontales, que funcionan en base a unas estructuras en las que el aspecto central son las personas y se caracterizan por buscar valor para todos los grupos de interés.
Frente a las organizaciones de tipo jerárquico y funcionamiento casi mecánico que solían caracterizar a las culturas organizacionales de carácter tradicional, la cultura derivada de los cambios acontecidos a lo largo del presente siglo han dado lugar a dos nuevos tipos de organización, que se basa en lo que ha venido a llamarse el modelo “Good to Great” y las que suelen ser llamadas organizaciones ‘Ágiles de Alto Rendimiento’. Veamos de qué hablamos cuando nos referimos a cada una de ellas.
Enfocadas hacia la transgresión de lo que ha venido a llamarse como la “caja de las tradiciones”, las organizaciones de este tipo se basan en un liderazgo participativo, en el que cada cual tiene algo que aportar, y buscan el empleo de los distintos talentos que caracterizan a sus componentes para, entre todos, crear un futuro para la empresa que adopta este modelo de dirección.
En este caso, lo que se busca es activar las motivaciones de sus integrantes y utilizar la creatividad para generar valor de cara a sus grupos de interés y con el objetivo de marcar la diferencia en los mercados.
Así, sus equipos funcionan como comunidades de personas con una visión compartida y sus líderes tienen la misión de empoderar al resto de integrantes del equipo, todo ello con el doble objetivo de prosperar entre el caos y de superar las incertidumbres con un espíritu de unidad que entiende los desafíos como oportunidades para evolucionar.
Es decir, que frente a los liderazgos de carácter individual y jerárquico que caracterizaban a las organizaciones del siglo XX, las del siglo XXI están mucho más basadas en las cualidades de sus miembros y en las responsabilidades compartidas para afrontar esos retos que, indudablemente, les deparan en el día a día.
No obstante, estas nuevas culturas organizacionales están todavía lejos de estar extendidas por todas las empresas del país y, de hecho, son completas desconocidas por muchos directivos. Pero por fortuna hay ciertas entidades que se esfuerzan por ayudar a generar estas nuevas formas de afrontar las adversidades. ¿Y tú? ¿Vas a seguir anclado en el pasado o vas a dar un paso hacia la corresponsabilidad y la colaboración en el seno de tu negocio?
