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DE GIL HOYOS A MODAS PEREZ

23 noviembre 2016

Gil Hoyos y Modas Pérez conforman una página en la historia de las tiendas y el comercio de Cáceres.

modasperezEn el recorrido del panorama económico-empresarial de Cáceres, y más concretamente de la calle Pintores, hay dos nombres, vinculados a través del tiempo, en una misma dinámica.

Hablamos de aquella tienda que comenzó como Gil Hoyos y acabó siendo Modas Pérez, que tantos recordamos, hoy, con la nostalgia de aquel paisaje urbano y social.

Todo arranca cuando a finales del siglo XIX Ignacio Gil Hoyos, (Hervás, 1862-1946), hasta entonces Guardia Civil, decide iniciar sus pasos como emprendedor en Cáceres. Por lo que abre una tienda con su nombre en los números 12 y 14 de la calle Alfonso XIII, siempre Pintores, añadiendo “Paños y Novedades. Sastrería y Ropas Hechas a Medida”, tal como se puede ver en un anuncio del periódico “El Adarve”, en 1903.

Asimismo en el anuncio se especifica que se trata del “Único establecimiento en esta ciudad que puede ofrecer al público un gran surtido en géneros de todas clases y estaciones pertenecientes al ramo de pañería, tanto del Reino como del Extranjero”.

La tienda compartía parte de un mismo terreno con el establecimiento denominado “Las Modas de París”, propiedad de Juan de la Riva Auveyxon, y con el del fotógrafo Javier García Téllez.

Ignacio Gil Hoyos fue, ante todo, una persona decidida, arriesgada, imaginativa, trabajadora y esforzada en sacar adelante el negocio emprendido.

El mismo ya aparece, también, como miembro voluntario de la Cámara de Comercio de Cáceres en marzo del año 1901.

Ignacio Gil Hoyos se incrustó de pleno en la ciudad. De este modo fue elegido concejal del Ayuntamiento dentro de la Coalición Monárquica, de signo conservador, en las elecciones municipales del año 1917 y marzo de 1930, por el distrito de San Juan.

Ignacio Gil Hoyos había matrimoniado en su día con Valeriana Congregado Cano, tía de Juan Rodríguez Congregado, que fuera cortador en la sastrería de la tienda.

Ignacio Gil Hoyos y Valeriana Congregado Cano establecieron su hogar en las plantas segunda y tercera del mismo edificio en el que se encontraba la tienda. Y como quiera que los mismos no tuvieron descendencia, a raíz del fallecimiento del cortador de la sastrería, Juan Rodríguez Congregado, sobrino de Valeriana, decidieron acoger en su casa a su viuda, Julia Pulido Santillana, y a sus dos hijos, Tomás y Petra.

La tienda siempre llamó la atención por un escaparate en el que figuraba una petaca de piel, con somero repujado, de gran tamaño, rodeada de artículos de piel procedentes, en su mayoría, de la localidad de Ubrique. Y por allí, por aquel escaparate, se esparcían carteras, billeteras, pitilleras, pureras y petacas. De ahí que los cacereños de finales del siglo XIX y principios del XX comenzaran a denominar popularmente al establecimiento como la Gran Petaca, la Casa de la Petaca y el más extendido, La Petacona.

En el interior de la tienda se disponía de dos amplios mostradores tras los cuales se presentaban trajes confeccionados, piezas de tela para realizar trajes a medida, pellizas, impermeables de campo y todo tipo de prendas.

También, desde los primeros tiempos, se materializó una acertada iniciativa de Ignacio Gil Hoyos. La de abrir las puertas a una tertulia de amigos, intelectuales y políticos.

Al fallecer Ignacio Gil Hoyos se hizo cargo del negocio Crescencio Pérez Sánchez, de Ceclavín, (1909-1974), casado con Petra Rodríguez Pulido (1911-2002). pasando a denominarse el establecimiento como Viuda de Ignacio Gil Hoyos.

Crescencio Pérez Sánchez se había llegado hasta la capital cacereña muy joven, al fallecimiento de su padre, para trabajar en los almacenes de muebles, de Tomás Pérez, en la Plaza Mayor, propiedad de un tío suyo y padre de Juan Pérez y Amalia Pérez, dueños, a la sazón, del cine Norba. Dicho establecimiento estaba situado en la Plaza Mayor, trasladándose posteriormente, convertido en un gran almacén, a la calle Alfonso XIII.

Al pasar el tiempo Crescencio Pérez bautizó la tienda primero como Pérez y, posteriormente, como Pérez Moda Masculina.

Crescencio Pérez, trabajador a carta cabal, con años de esfuerzo y sacrificio, se había ido forjando, prácticamente desde su llegada a Cáceres, en base a un espíritu formativo e innovador. Por lo que al hacerse cargo de la tienda procedió a imprimir una serie de cambios e innovaciones, acorde con los tiempos y con las modas. Lo que le llevó a configurarse como uno de esos escaparates de la renovación empresarial en el terreno de las ofertas y novedades más llamativas.

Al mismo tiempo Crescencio Pérez abrió las puertas de su espíritu coloquial y también logró crear un espacio de tertulia de cacereños inquietos donde se hablaba de las comidillas de la actualidad y del pulso de la vida local, de la evolución de la ciudad, de la fuerza del eje viario-comercial entre la Plaza y la Cruz de los Caídos y sus correspondientes ramales, del expansionismo de los nuevos tiempos, cuando Cáceres se estiraba por los cuatro puntos cardinales...

Ya nos situamos, pues, en aquella época de la calle Pintores de Aquellos Tiempos donde se daban cita establecimientos como La Muñeca, de Rosendo Caso, luciendo aquel escaparate con una muñeca y ojos de cristal, el Hotel Iberia, El Siglo, de Teodoro Ordiales, acumulando, siempre, tantas ilusiones en los ojos niños por su amplitud y diversidad de juguetes, Calzados Peña, cuando ya lo regentaba Casimiro Falcón, casado con Regina Peña, hija del propietario de la zapatería, el siempre mágico Café Viena, con restaurante, salón de baile para bodas y cita para el baile dominical, Modas Dioni, una ejemplar emprendedora, el Jamec, café, restaurante y hotel, una cita con la tertulia y el escaparate de mayor curiosidad ciudadana, la ferretería de Hijos y Sobrinos de Gabino Díez, El Paraíso, con telas y confecciones para señoras, Almacenes Correa, de José Correa y su hijo, Sederías Oriente, Joyería Serrano y regentada por Simón Rodas… Y tantos comercios que dibujaban, con sus escaparates y sus luces, sus modelos y sus diseños, sus novedades, aquellos largos paseos, Pintores arriba, Pintores abajo de tantos y tantos cacereños.

Es de señalar que Crescencio Pérez se casó con Petra Rodríguez Pulido, (1911-2002), sobrina de Ignacio Gil Hoyos, y con la que tuvo cuatro hijos. Juan Ignacio, (1936), ingeniero industrial, Tomás, (1939-1997), profesor mercantil, que se forjó en el establecimiento comercial de su padre, Isabel (1943-2013)), que también estuvo largo tiempo trabajando en la tienda, y Marina, (1947), licenciada en Farmacia.

Tras la jubilación de Crescencio Pérez Sánchez se hizo cargo del negocio su hijo Tomás Pérez Rodríguez, hasta que la crisis de finales de los setenta llevó al cierre de un establecimiento que durante tanto tiempo marcó parte de la moda en Cáceres.

NOTA: En la fotografía, de principios del pasado siglo, se ve a Ignacio Gil Hoyos en el centro de la imagen.

OPINIÓN DE NUESTROS LECTORES

Marina 20:21 24 noviembre 2016

Muy bien contada la historia familiar.

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