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LOS VERSOS DE JUAN JOSE ROMERO MONTESINO-ESPARTERO

07 noviembre 2016

Su libro de poemas “Notas de una Lira Deshojada” se conforma como un volcán pleno de sensibilidad propia, tan solo, de un poeta de raza.

Poesía, liraJuan José Romero Montesino-Espartero es un gran poeta. Lamentablemente, eso sí, de vocación tardía. Y, además, es amigo del autor de estas líneas, lo que queda al margen del reflejo de esa confesión.
Juan José, hijo de un cacereño de tan señalada enjundia en la pasión por el Cáceres local, como Pedro Romero Mendoza, que fuera unos veinte años director de la revista cultural “Alcántara”, y que presta su nombre al callejero local, y de Eladia Montesino-Espartero, bisnieta del General Espartero, poetisa de notoriedad en su pasión por Cáceres, acaba de publicar su libro “Notas de una lira deshojada”.

Una serie de poemas al hilo del camino en el recorrido por la vida. Y cuando Juan José Romero reflexiona, medita, piensa, se inspira y compone versos, los lanza y esparce al aire de su propia sensibilidad. Acaso, ay, en la esperanza y el deseo, sempiterno, de que germinen en la tierra de labor que ha venido arando, cultivando, abonando y mimando, con esmero, a lo largo de muchos años.
Cuajado en la experiencia del silencio y estudio de sus anotaciones, a lo largo de muchos años, un buen día, ya con la jubilación a cuestas, se decidió a echarse al camino, entre los vericuetos y por las profundidades de la poesía. Detrás quedaban muchas horas de lecturas, de libros, agolpados ahora entre estanterías cuasi dejadas en la quietud lejana de su espacio, de anotaciones, acaso de versos que se escondían almacenados en el rincón de sus propias confesiones, mientras, día a día, sentía la inquietud y la vivacidad, transparente e ilusionante, de parir y esculpir las hondanadas y los mensajes de sus poemas. Todo un mundo que iba agolpando, poco a poco, entre cuartillas manuscritas, entre reflexiones consigo mismo, entre miradas por la pasión de sus creaciones poéticas. Entre otros motivos porque Juan José Romero era y es un estudioso de la poesía en todas sus manifestaciones.

Llevaba en el morral y en el zurrón el cultivo de la docencia paterna y materna. Lo cual, ya de por sí, representa un bagaje de garantía… Y mientras paseaba, mientras abría la ventana y contemplaba el horizonte, mientras leía, componía en su imaginación los nuevos derroteros. De este modo decidió, hace poco, abrir, de par en par, las puertas de la poesía.
En “Notas de una Lira Deshojada”, mi querido amigo Juan José nos ofrece un recital de antología preñado de ese cúmulo de senderos que se han ido dando cita en el numen de sus inspiraciones. Un libro deseado por tantos amigos que comparten/compartimos sus versos y que al leer, mejor, aún, despacio, el significado y la expresiva claridad de sus poemas, cuajados de hondura, galopan por la plenitud de un autor fértil, sensible, inspirado en los recovecos y en los parajes de la vida. Y, además, desde la expresiva atalaya que representa y emana de su continuado pregón de versos…

Cultiva el paisaje y Cáceres, la tierra y la juventud, los recuerdos de aquellos tiempos ya lejanos con la visión de los caminos de hoy, canta los silencios, las miradas, los parajes, los cuadros de la vida, el domicilio de la niñez, allá en Gómez Becerra, 2, o la casa de La Sierrilla… Rezuma poesía con flores que se abren entre versos, excelentes, y exalta un puñado de poemas en lo que el autor denomina como “Notas de una Lira Deshojada”.

Un libro que se lee con tanta facilidad que lo puedes llevar contigo a cualquier parte, abrirlo, dejarte llevar por la esencia y el calado, auténtico, de sus versos… Y, tal vez, posibilitar que la sensibilidad de sus poemas te acompañe hacia la reflexión, experta y autorizada, del autor. Probablemente porque Juan José Romero aparece, como siempre, tan natural como la vida misma, mientras se desliza por sus senderos queriendo dejar constancia de que sus versos y poemas rezuman esa naturalidad, dulce, serena, sencilla, comprensible, amiga…, a la par que pinta el horizonte que se le muestra a sus propios ojos, a su elocuente palabra, al mensaje evangélico de sus versos.

Y es que Juan José, además de poeta, se nos presenta como un instructor, como un pedagogo, como un enseñante de los sentimientos de sus composiciones.
Poemas, los de “Notas de una Lira Deshojada”, que el autor divide en varios segmentos o apartados: En Blancas, como “No se por qué ha nacido la primavera” o “El fuego del amor eterno”:

Las olas mecen mi barca
y se adormece mi cuerpo,
pero mi alma se mantiene
hábil, viva y en silencio.
Juan José Romero es un poeta de los que camina, desde el alba, con ese sentido oculto y perenne, al tiempo, en lo que podríamos denominar como expresividad de la vida en sus más señaladas profundidades y, al tiempo, en sus esencias más naturales y más vitales.
Y en “Notas de una Lira Deshojada” también galopa, con Negras, como “Testamento vital” o “Huida del amor”, donde dice:
Crepita el fuego,
la vida se diluye
en mares de silencio…

Como el libro se segmenta en Redondas, en Corcheas, como “Las hojas que he perdido en el camino”, en Semicorcheas como “Ay, amor”, en Fusas como “Dolor en el Sáhara” o “Secretos en el mar”, en Semifusas como “Morir al albor”…
Todo un camino de Amaneceres, de Sensibilidades, de Estampas, de Parajes de la Vida, de Amores, de Poemas que salen del alma, de Pensamientos, de Pinceladas, de Reflexiones, de Silencios, de Estampas, de Secuencias, de personas que se cruzaron en el camino, como las Lavanderas:

Espadas matutinas blanden el frío,
la luna ya traspuso el horizonte,
el asoma ya detrás del monte,
silenciosas caminan hacia el río…
Y también, claro es, Cáceres. El poeta, ahí, alcanza el tono vital más emotivo y cercano, más intenso… Como cuando en su poema, titulado, sencillamente, “Cáceres”, señala:
Se incendia por instantes la ciudad
y, en vivas llamaradas, arde el cielo,
el Sol su luz expande en torreones
que pinta con reflejos de oro viejo.
Y, al medio, claro es, ese Soneto a la Virgen de la Montaña, la Patrona:
Un camino de piedras polvoriento,
el verde del olivo me acompaña,
en paso lento subo a la montaña
y dejo en vuelo libre el pensamiento.

Del Santuario, en la cima su aposento,
me ciega su fulgor si el Sol lo baña;
en las noches de abril, no es cosa extraña
que de plata lo vista el firmamento.

Se reza muy devota una oración
con la vista clavada en la figura,
¡oh, Virgen!, clara luz de la montaña

de Cáceres fervor y admiración,
patrona de la ciudad de Extremadura
que de historia colmó el vaso de España.

Y finalizo este artículo con una recomendación: Merece la pena leer, y de forma detenida, “Notas de una Lira Deshojada”. Un puñado de versos cálidos, humanos, esculpidos sobre la propia figura natural de la vida de un caminante y observador, de un analista, de un filósofo que hace versos, de un poeta que canta las secuencias en el paso del tiempo, que se muestra apasionado en el fervor de las láminas y las páginas del tiempo –que van desfilando ante él—y cuyos fotogramas los hace converger en poemas de hermosos y fáciles versos de plenitud humana. ¡Qué importante es eso…!
Muy probablemente porque comulgan de un modo extraordinariamente inmenso e intenso el autor y su obra o los poemas y Juan José Romero. Una ecuación, en todo caso, de equilibrio en el que se funden al unísono la naturalidad, la profundidad, la hondura, la sensibilidad y las pinceladas de la pintura que plasma, de forma tan sencilla como exquisita, tan dulce como humanista, un poeta cacereño llamado Juan José Romero Montesino-Espartero.

OPINIÓN DE NUESTROS LECTORES

Juan Jos? Romero Montesino-Esoartero 13:19 08 noviembre 2016

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