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MAS, CATALUÑA Y LOS EMIGRANTES EXTREMEÑOS

20 julio 2015

Sería todo un acto de justicia que la Generalitat rindiera un homenaje a los Emigrantes Extremeños y que tanto han contribuido a la prosperidad de Cataluña.

En el análisis diario de la actualidad a través de la prensa, que lleva a cabo el autor de estas líneas, parece apreciar como un rebrote de noticias en relación con las argumentaciones y obsesiones independentistas de una parte de los catalanes, aventados por Artur Mas, todavía presidente de la Generalitat. Seguramente, es tan solo una reflexión, porque se da un poco de vidilla y calienta motores para la cada vez más próxima cita electoral catalana, que, previsiblemente, tendrá lugar en el mes de septiembre.

Un debate cansino, aburrido, y, dicho sea de paso, lastimoso en el recorrido de la unidad nacional de España,ahora que recuerdo, como rememorarán posiblemente algunos lectores, la cara de semisonrisa de Artur Mas, a la derecha del Rey Felipecuando se pitaba, de forma escandalosa y bochornosa, al himno nacional en la final de la pasada Copa del Rey que disputaron dos equipos de solera histórica como son el Athlétic de Bilbao y el Fútbol Club Barcelona.

Y con la imagen del independentista presidente catalán, una Comunidad Autónoma Española que se suele llevar, de forma histórica, la gran parte de la tarta de los Presupuestos Generales del Estado, en sus repartos autonómicos, he caído en la cuenta de lo esperanzador y positivo que podría resultarle al propio Artur Mas que, desde la propia presidencia de la Generalitat, se generara un homenaje como reconocimiento a la durísima,  sacrificada y hasta heroica contribución del Emigrante Extremeño a la prosperidad de Cataluña.

Sin querer menospreciar bajo ningún concepto la capacidad evolutiva económica, industrial y social de Cataluña, su trayectoria y desarrollo histórico, los esfuerzos y luchas de sus gentes, sus logros y conquistas, sí  es hora también, ante la dificultad de los tiempos que se están viviendo por mor de la severidad de la crisis, que desde la Generalitat se rindiera un homenaje a la inmensa legión de extremeños que, entre años los cincuenta y ochenta del pasado siglo, se vio forzado a abandonar sus poblaciones de origen y largarse a probar fortuna a Cataluña. Y donde, al parecer, podrían habitar cuatrocientos mil extremeños, según el eminente profesor y excelso poeta jaraijeceño en Barcelona, Wenceslao Mohedas RamosAcudiendo a la llamada del desarrollismo, que se olvidaba del campo extremeño, por ejemplo, de excepcionales riquezas y considerandos.

Corrían nuevos tiempos. El mundo rural extremeño sufrió, en sus carnes, una cuchillada de extrema gravedad. Como consecuencia de las nuevas políticas, que separaban mucho más que unían, decenas de miles de extremeños se vieron forzados, que no por su propia voluntad, a traspasar la frontera regional y marcharse a las áreas o zonas de mayor sensibilidad desarrollista. Por ejemplo, Cataluña, el País Vasco o Madrid.

Un debate, que los estudiosos, expertos y analistas en el tema migratorio conocen como riada, sangría y tragedia migratoria, que llegó a alcanzar según diversas fuentes a entre un millón y un millón doscientos mil extremeños, que salían de todos los pueblos y ciudades con todas las direcciones. Pero, con preferencia, por las tres áreas referenciales citadas.

Más allá de ello se produjo, en medio de un mar de pesares, de lamentos, de lágrimas, y hasta de un obligado espíritu aventurero, la separación y el distanciamiento familiar con los padres, hermanos, hijos, amigos y paisanos que se quedaban en el pueblo,  como se generaba un paulatino abandono de las tierras, que cuidaron tantas generaciones labrándolas y cultivándolas entre inveterados sudores, como se llevaba a cabo un desmoronamiento de las esperanzas de vida, de las ilusiones y de los esquemas de futuro de numerosos municipios extremeños como paganos de la emigración, de las nuevas políticas, de los cambios de rumbo en la nave socioeconómica e industrial del país.

Como consecuencia se generalizó en los pueblos extremeños un inmenso vaciado humano, de muy difícil recuperación, se diría que casi imposible, mientras Comunidades como Cataluña se enriquecían con la aportación de los brazos del trabajo de los sacrificados emigrantes extremeños, que tenían que adaptarse a nuevos esquemas de vida en las grandes ciudades de los polos de desarrollo, a nuevos hábitats, a nuevas conformaciones sociales, al tiempo que se les rompía el alma por los severos golpes contra sus hábitos tradicionales. Una película, de muy duros sufrimientos, que va quedandomuy atrás, pero que sigue latiendo, de sentimientos emocionales en muchos emigrantes extremeños con residencia, por ejemplo, en Cataluña.

Extremadura, ya, comenzaba a quedar lejos, muy lejos. Tanto que la generación de los hijos de los emigrantes, la llamada segunda generación, ya, apenas tenía vinculaciones con los lugares de nacimiento, de familias lejanas, físicamente hablando, de escuelas, de campos, de pandillas de amigos, de trabajos, de conocimientos rurales, de tradiciones, de costumbres, de historia, de Extremadura.

Una tremenda tragedia que asoló a la región extremeña y cuyos hijos emigrantes se iban haciendo y abriendo un hueco, como buenamente podían, para sobrevivir en el marasmo de las grandes ciudades. Había en aquel entonces, sí, un puesto de trabajo, se dejaba atrás, si, la dureza del campo, y los mismos se veían forzados a irse olvidando del mundo que dejaban atrás porque era, cuando menos, una cuestión de supervivencia. Y es que el Estado había apostado con firmeza por la supremacía casi incuestionable de unas regiones sobre otras. 

Era aquella imagen de la Extremadura que sangraba una impresionante emigración por los cuatro costados entre principios de los cincuenta y finales de los ochenta de la pasada centuria, asolando el mundo rural, que, más allá de sus riquezas, de sus bellezas, de sus posibilidades y expectativas, quedó gravemente dañada en su estructura social, humana, económica, industrial, histórica y tradicional

Que se lo pregunten, si no, a los moradores actuales de los pueblos de Extremadura. Todo un reto y una larga serie de necesidades de urgencias que se reclama desde los mismos, con toda la razón, al nuevo Gobierno regional, para dar aire e impulsar progreso y esperanzas de futuro en el panorama rural extremeño. 

Se trata, pues, de una durísima página de la historia de Extremadura que, al hilo de los tiempos de la actual crisis, no convendría olvidar. Sobre todo para que se luche y evitar nuevos procesos migratorios, tal como parece deducirse de determinados estudios socioeconómicos sobre el futuro de las Comunidades Autónomas.    

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